Image: Las tres vidas de Stefan Zweig

Image: Las tres vidas de Stefan Zweig

Ensayo

Las tres vidas de Stefan Zweig

Olivert Matuschek. Traducción de Ch. Sánchez

24 diciembre, 2009 01:00

Zweig, de pie, junto a su hermano Alfred, en viena (sobre 1900)

Papel de Liar, 2009. 428 páginas, 23’50 euros


Los de mi generación leímos de adolescestes las famosas (y amenas) biografías de un autor austríaco que parecía del pasado, Stefan Zweig (1881-1942). Pocos hubiéramos entonces creído en su retorno, pero lo cierto es que un autor refinada y sólidamente "menor", en el mejor sentido, ha vuelto, y ahí están las reediciones de sus libros en Icaria o en El Acantilado como testimonio. De esa vuelta da cuenta también esta biografía reciente, hecha con una concepción muy distinta a como trataba Zweig las biografías, pero si menos novelesca o literaria, no menos bien hecha. Es una biografía de verdad (la de Matuschek) que no intenta entrar tanto en los vericuetos del hombre (se dice que Zweig era tímido) y sí en una nítida delineación del personaje y su época.

El título proviene no sólo de lo que el lector verá como una evidencia del biografiado, sino del hecho de que las memorias de Zweig (una de sus últimas obras) tituladas finalmente El mundo de ayer iban a haberse titulado Mis tres vidas. Hijo de una acomodada familia de industriales de origen judío (aunque perfectamente germanizados) Stefan, el menor de dos hermanos, nace en Viena y allí estudia y vive hasta el final de la I Guerra Mundial, con la desmembración del Imperio Austrohúngaro. En esos años Zweig es un poeta y narrador con aires bohemios, que viaja a París y Bélgica -donde conoce al poeta émile Verhaeren, uno de sus ídolos- sin dejar de ser un señorito protegido por el dinero familiar. Tras el hundimiento de los Habsburgo, él y su primera mujer Friderike, que ya había estado casada antes y que tenía dos hijas del primer matrimonio, se van a vivir a Salzburgo, a un gran caserón que Zweig (gran coleccionista de autógrafos, llegó a tener una colección fabulosa) había comprado hacia el final de la guerra.

Esos años -los 20 y los primeros 30- son el gran momento de Zwieg, que se vuelve un autor de best sellers traducidos además en toda Europa. No sólo sus libros de relatos cortos o el teatro (deja la poesía y novelas sólo escribió una) sino especialmente sus biografías, escritas con soltura, amenidad, a veces personajes individuales (María Antonieta, Erasmo, Magallanes) o su acertada fórmula de tríos como La lucha con el Demonio. (Hülderlin, Kleist, Nietzsche) o La curación por el espíritu. (Mesmer, Mary Baker-Eddy, Freud).

Cuando en 1934 la policía registró su casa, Zweig (que fue muy clarividente respecto al futuro) se dio cuenta de que Austria estaba perdida, y empezó a preparar la salida. Vivió en Londres, poco antes del estallido de la guerra, y en 1939 se fue a EE.UU (donde ya estaba su hermano y la familia Mann) y luego a Brasil y a Argentina. Le gustó Brasil, país al que dedicó el último de sus libros Brasil, país de futuro; sin embargo, al filo de cumplir los sesenta años, y aunque no le faltaban editores ni lectores, su fina y doliente sensibilidad no fue capaz de asimilar tantas pérdidas y se suicidó con su segunda mujer, Lotte, en Petrópolis, cerca de Río, pero en lo alto, con un clima más europeo, el 22 de febrero de 1942. Lo había preparado todo minuciosamente, sus donaciones, su testamento y esa muerte voluntaria de la que esperaba descanso. Creyó que su vida (como su mundo) estaban cumplidos y terminados. Un libro rico y bien resuelto.