Hay personajes cuyas vidas se fusionan con ciertas ciudades. Son protagonistas que destilan su encanto en esas urbes y llegan a personificarlas tanto como un gran monumento. Para comprender el encaje perfecto de Kiki de Montparnasse (1901-1953) en el París de los años 20, nada más oportuno que citar a Hemingway: "Tenía un cuerpo magnífico […], y definió la era de Montparnasse mejor que la reina Victoria la era victoriana".

Kiki, tan parisina como la Torre Eiffel aunque hubiera nacido Alice Prin en una familia miserable de la Borgoña, se ganó la amistad de Modigliani, de Cocteau, de Soutine, de Fujita, de Kisling... fue amante de Man Ray con espalda de violón de Ingres, su nariz insolente alcanzó la inmortalidad en esculturas de Gargallo y Calder, Kiki cantante, bailarina y pintora, musa de todos los artistas, en suma, Kiki, la reina de Montparnasse, dejó escritos unos recuerdos extravagantes.

No hay apenas nada de lo que el lector espera pero el texto se despliega como un teatrillo de Montparnasse henchido de vida narrado por una voz que estuvo allí y que conservó el entusiasmo necesario para dejar tatuada la vida parisina en estas viñetas, bocetadas con las mismas impetuosas ganas de divertirse que la modelo debió de tener en sus años gloriosos.