Image: Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin

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Ensayo

Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin

Tim Tzouladis

5 febrero, 2010 01:00

Partido de béisbol entre trabajadores extranjeros de Moscú y trabajadores de Gorki (1934)

Traducción de Juan M. Ibeas. Debate, 2010. 521 páginas, 24'90 e.


A comienzos de los años 30, cuando el desempleo y la miseria generados por la gran depresión ensombrecían las vidas de millones de estadounidenses, se produjo un fenómeno migratorio insólito y muy pronto olvidado: miles de trabajadores decepcionados por el fracaso del sueño americano emigraron a la Unión Soviética en busca del paraíso socialista o simplemente de un empleo. Pronto comprobaron que la prosperidad descrita por la propaganda soviética era un mito, pero empleo lo encontraron, algunos en fábricas montadas por empresas americanas, como la de la Ford en Nizhni Novgorod. Los trabajadores negros, además, pudieron comprobar que las actitudes racistas tan habituales en Estados Unidos eran severamente combatidas en la URSS. No era el paraíso, pero se podía vivir y algunos trabajadores americanos pudieron incluso organizar equipos de béisbol, trasladando a suelo ruso su exótica pasión nacional. Que entre tanto millones de campesinos estuvieran muriendo de hambre en Ucrania por culpa de la política de Stalin era un secreto bien guardado, con la complicidad de periodistas extranjeros como el corresponsal del New York Times Walter Duranty, quien atisbó la verdad pero prefirió negarla en sus artículos. Luego, a partir de 1936, llegó el Gran Terror y la condición de extranjero se convirtió en uno de los múltiples motivos que podían conducir a un inocente al dantesco infierno del Gulag. Esa tragedia constituye el hilo conductor de Los olvidados, un libro formidable que lo reúne todo: el tema es importante, el estilo brillante y la traducción impecable. Su autor Tim Tzouladis, de origen griego pero criado en Inglaterra, estudió en Oxford y ha dirigido documentales de gran calidad para las más prestigiosas empresas productoras. Su estilo combina el buen ritmo narrativo, la dosis de indignación moral que requiere el tema y una fina ironía que a veces se transforma en sarcasmo. Por sus páginas desfilan grandes políticos, diplomáticos, empresarios y periodistas, pero también modestos trabajadores aficionados al béisbol y no hay duda de que las simpatías del autor se dirigen hacia los segundos. Las horrendas escenas del Gulag se alternan con otras más propias de una comedia, que proporcionan un agradable alivio al lector. El protagonista cómico de Los olvidados
es el embajador americano Joseph Davies, que no movió un dedo para ayudar a sus compatriotas en peligro. Casado con una multimillonaria y amigo de Roosevelt (un gran presidente que no sale bien parado en Los olvidados) contribuyó generosamente a la campaña electoral de aquél y fue recompensado con la embajada en Moscú, donde se las ingenió para ignorar el terror al tiempo que coleccionaba antigüedades rusas a precios de saldo y desarrollaba una enorme admiración hacia Stalin. A continuación Roosevelt pensó en nombrarlo embajador en Berlín pero descartó la idea. Dados los antecedentes era probable que Davies se hubiera enamorado de Hitler. El héroe de la obra de Tzouladis es un trabajador, Thomas Sgovio. Este joven neoyorquino se reunió en Rusia en 1935 con su padre Joseph, un activo militante comunista. Tres años después Thomas acabó en las minas de oro de la remota y helada región de Kolimá, en el noreste de Siberia, en donde murieron innumerables presos. Él fue uno de los pocos que sobrevivieron para contarlo y sus memorias, junto con otra documentación, permiten a Tzouladis evocar la suerte de los presos en aquella funesta región con un vigor digno de Solzhenitsin. Los horrores de Kolimá deberían estar tan presentes en nuestra memoria colectiva como los de Auschwitz, pero no es así. Al igual que los católicos no aman recordar la poco edificante historia del Papado medieval, a los intelectuales progresistas les resulta incómodo recordar las atrocidades de la izquierda. Por ello deben ser leídos libros como Los olvidados.

Sgovio recuperado

El héroe de este libro, Thomas Sgovio, logró regresar a EE.UU. Durante el día trabajaba como dibujante, pero por las noches escribía sus memorias, Dear America, que no tardaron en agotarse. Dio conferencias en la Universidad de Buffalo, e ilustró las escenas que había visto en el campo de Kolimá, cumpliendo la promesa que había hecho a los presos del Gulag de dar a conocer al mundo el sufrimiento que se les había infligido.