La clase creativa. La transformación de la cultura del trabajo y el ocio en el siglo XXI
Richard Florida
12 febrero, 2010 01:00Florida estima que la creatividad humana es el recurso económico definitivo
La versión de La clase creativa que acaba de aparecer es un texto traducido de la edición revisada de 2004 del original de 2002. Sin embargo, pese a los años transcurridos sigue siendo una excelente guía para entrar no sólo en las teorías de Florida sino en las de todo ese grupo dedicado a urbanizar y establecer la geometría de las tendencias y los cambios sociales que acontecen bajo nuestros propios pies (Bobos en el paraíso, de David Brooks, merece, en ese sentido, una atenta lectura).
La tesis central que viene sosteniendo Florida en la última década es que está surgiendo en Estados Unidos, y por ende en los países más avanzados, "la clase creativa", una nueva clase socioeconómica que se está convirtiendo en el motor del crecimiento económico. Científicos, ingenieros, profesores de universidad, músicos, diseñadores o arquitectos están entre aquellos cuya función económica es crear nuevas ideas, nuevas tecnologías o nuevos contenidos culturales. La clase creativa parte de la atractiva idea de que "la creatividad humana es el recurso económico definitivo". A partir de ahí, el lector va abriendo un desplegable que presenta una perspectiva histórica de los cambios ocurridos en el transcurso del siglo XX en el trabajo, la sociedad y la cultura. Es fascinante ver de la mano de Florida la consolidación y el posterior estancamiento de una sociedad industrial que gira inexorablemente a una sociedad de servicios que a su vez constituye la infraestructura que sostiene la era creativa.
A la vez que se produce el giro hacia la economía creativa, Florida muestra cómo ese cambio no se produce de un modo homogéneo. Cristaliza, se sitúa en determinados epicentros. No vale cualquier territorio, no sirve cualquier ciudad. Para que se cree un núcleo denso de personas creativas han de darse un conjunto de circunstancias que Florida detalla sirviéndose de un denso aparato bibliográfico y de su propia investigación.
El lugar, la ciudad o la "ubicación" ha de proporcionar mercados laborales con densidad creativa pero ha de añadir como condición imprescindible los "mercados afectivos". Sin ellos no es posible crear un ecosistema que aproveche la creatividad humana y la transforme en valor económico. A la tecnología ha de añadirse el talento y la tolerancia. "Los lugares abiertos y tolerantes atraen más a distintos tipos de personas y generan más ideas". Florida dedica muchas páginas al análisis y la descripción de lo que entiende por tolerancia, y elabora un índice de tolerancia basado en cuatro medidas: el índice gay, el índice bohemio, el índice crisol de culturas (la concentración de personas nacidas en el extranjero) y, en cuarto lugar,la integración racial. Para Florida los lugares en los que los homosexuales, los inmigrantes y los bohemios se sientan como en casa serán los espacios más propicios a la creatividad.San Francisco, Seattle o Boston son ejemplos de ellos. Se cierra este fascinante y polémico libro con una parte práctica en la que Florida ofrece las claves para fomentar una atrayente actividad creativa.