Image: Escolios a un texto implícito

Image: Escolios a un texto implícito

Ensayo

Escolios a un texto implícito

Nicolás Gómez Dávila

5 marzo, 2010 01:00

Nicolás Gómez Dávila. Foto: Archivo

Atalanta. Gerona, 2009. 1407 páginas, 38'50 euros


Subvertir el pensamiento, especialmente el más manido y tópico, el que ha brillado como dominante en las décadas del pasado siglo; fijar, condensadas, verdades que la hipocresía no reconoce o acepta; romper el tradicional esquema de las ideologías extrayendo de la realidad ideas brillantes, pero que a la vez estaban adormecidas en el depósito subterráneo de la tradición; mostrar no sólo que se ha leído mucho y bien, sino que se han asimilado esas lecturas, decantándolas en mensajes tan concisos como atractivos… Éstas son, a grandes rasgos, las características de este libro que nos va subyugando a medida que avanzamos en sus páginas, y escrito en un género nada al uso, el aforismo, al que el autor le saca máximo provecho.

Nos topamos, además, con un autor raro; es decir, aquel que no depende del éxito fácil o de la rumorología literaria sino que le exige a la creación un sentido primero: ser un fruto que ha ido creciendo en la soledad de su casa y, en principio, sin otro fin que no sea la sabiduría. Estamos hablando del colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994), que trabajó tardíamente en estos textos que él prefería llamar "escolios", acaso porque parecen las notas a un pensamiento más completo y sistemático, a una filosofía. Se ha hablado por ello de "destilación" al juzgar esta obra que duplica su rareza, pues, estando escrita en español, comenzó a resonar antes en países como Alemania, gracias a la atención que recibió de personalidades como Jünger; Francia, y, sobre todo, con la difusión que obtuvo en Italia, publicada por Adelphi, que va ya por su tercera edición. Sorprende también la bibliografía inicial, de y sobre él, que nace y se expande en los países hispanoamericanos. De allí, el interés por su obra pasa, como hemos visto, a Europa. Es el aforismo un género vidrioso que exige una gran base de conocimiento para que adquiera esa "destilación" en el tiempo; sobre todo, cuando esta obra ha sido escrita tan recientemente (entre 1977 y 1986). A la vez, pertenece ya a la plena madurez de su autor y quizá por ello ha adquirido fulminantemente la altura para ser comparada con la de determinados pensadores humanistas europeos (Pascal, Montaigne); también con otros de la antigüedad grecolatina, no sólo por su revelación de verdades perennes sino por su radicalismo y su originalidad.

Leer los aforismos de Dávila exige una aproximación serena, por más que, ya desde sus primeros textos, el lector aprecie el buen oro de su pensar más allá de los tópicos y de los clichés que suscita -irritaciones a veces-, como el de Samuel Brussell ("réactionnaire authentique"). ¿Nacen expresiones como ésta de juicios apresurados o de un valor irónico y sutil que al fin revela verdades esenciales? En este sentido, estos aforismos personalísimos y a contracorriente del pensar plano de hoy, son un revulsivo cuando "todo vale" y nada tiene sentido ni fundamento. Como él dice de la literatura en general, este pensar es "ciencia de la calidad" y, como afirma Carlo Volpi en el sustancioso estudio que precede a sus textos [Dávila], "atrincherado en su ciudadela interior" ha "escogido la lucidez frente a todo".

Estos escolios revelan un universo lector y una gran cultura, también una originalidad que nace del ser creador; ese don que se estimula y crece con la soledad del que escribe y que, tarde o temprano, acaba decantándose en obra de referencia, como ésta también se decantará. Estamos ante un libro que, abriéndolo al azar por cualquiera de sus páginas, nos entrega una totalidad del ser y del sentir. Por eso, él mismo nos dijo que, "al cabo de pocos años, una ojeada basta para juzgar a un libro". Así sucede con la delicada y honda aventura de entreabrir el suyo.