Rodrigo Calderón, la sombra del valido Privanza, favor y corrupción en la Corte de Felipe III
Santiago Mtnez. Hernández
5 marzo, 2010 01:00Felipe III, por Velázquez
Uno de los mayores aciertos del libro es su estructura, que va del mito a la realidad, pues comienza por el final creador de aquel: la descripción sobrecogedora de los momentos finales del favorito, para adentrarse luego en los orígenes familiares y la trayectoria del personaje, su encumbramiento y posterior caída. El mayor problema al que ha tenido que enfrentarse el autor es la relativa falta de fuentes directas, pues apenas se conserva su correspondencia privada, lo que le ha obligado a rastrear su personalidad a través de los papeles que gestionó y de la memoria del personaje que otros muchos nos transmitieron. Pese a ello, el resultado es ampliamente satisfactorio, gracias en buena medida al extraordinario conocimiento que tiene Martínez Hernández de las fuentes y la bibliografía de aquel periodo, que se ve realzado, además, por una muy buena redacción, que hace fácil y amena -apasionante en algún momento- la lectura.
Miembro de una familia hidalga castellana vinculada a Valladolid, con antecedentes flamencos por parte de su madre -el propio don Rodrigo nacería en Amberes- su porvenir quedó ligado al del duque de Lerma, a cuyo servicio entró en 1589, casi diez años antes de que éste, con el acceso al trono de Felipe III, se convirtiera en el omnipotente valido del nuevo monarca. La historia de don Rodrigo -uno de los principales favoritos del valido- es así la historia de los bandos cortesanos y las descarnadas luchas por el poder en la corte de la monarquía más poderosa de la época. Su cercanía al clan de los Sandoval le permitió acceder a importantes cargos; convertirse en intermediario imprescindible para muchos favores y nombramientos; lucrarse amplia y rápidamente de ello tanto en el aspecto material de su formidable enriquecimiento como en el simbólico de honores, títulos y encumbramiento social; y por último, ganarse algunos amigos y muchos enemigos. Su historia es también la de la corrupción y el abuso en el poder, pero tampoco en esto fue el único, aunque, tras el fin político de su poderoso protector, una serie de circunstancias le convirtieron en la víctima propiciatoria a través de la cual se quiso castigar a todo el régimen de Lerma. Su caída en desgracia en la corte se inicia pronto, hacia 1611, aunque no le impide vivir alguna de las fases más brillantes de su carrera, como su embajada en la corte flamenca de los archiduques. Su proceso comenzaría en los años finales del reinado de Felipe III, cuando el duque de Lerma fue sustituido por su hijo el duque de Uceda, pero tal vez su fin hubiera sido menos trágico de no haberse producido la muerte del monarca y el acceso al valimiento, con el joven Felipe IV, del clan rival de los Guzmán-Zúñiga. En fin, una historia apasionante sobre los entresijos del poder, que el libro nos desvela en toda su crudeza y dramatismo.