Autobiografía apócrifa de Ortega
José María Carrascal
18 junio, 2010 02:00José María Carrascal. Foto: Pedro Carrero
A ello habría que añadir la rica información biográfica que nos dejaron sus hermanos Eduardo y Manuel, así como los testimonios escritos de sus tres hijos, Miguel, José y Soledad. Esta última, que fue la gran impulsora de la Fundación Ortega, alentó una exposición que se celebró en 1983, con ocasión del centenario del nacimiento del filósofo, y la redacción de un largo capítulo en un catálogo (José Ortega y Gasset: Imágenes de una vida 1883-1955) que es una verdadera mina de datos biográficos. Idéntico carácter conmemorativo tendría la exposición sobre El Madrid de José Ortega y Gasset, de la que fue comisario José Lasaga, uno de los más reconocidos expertos en la biografía del pensador madrileño. No resulta, por tanto extraño, que ahora podamos contar con estudios filosóficos como los de Julián Marías, Cerezo Galán, Rodríguez Huéscar, o José Gaos, a los que habría que añadir los enfoques más políticos y culturales de Morón, Dobson o Rockwell Gray. Todos ellos harían posible la exhaustiva biografía que nos ofreció Javier Zamora Bonilla en 2002. Una biografía que, al decir de otro crítico en estas páginas, nos devolvía un Ortega "a la altura de los tiempos".
José María Carrascal (Madrid, 1930), que es un periodista de muy amplia y brillante trayectoria, ha buscado una forma distinta de acercarse a Ortega, y lo ha hecho desde el interior del personaje, ideando una autobiografía apócrifa que es fruto de sus muchas lecturas del filósofo y sobre su trayectoria vital. Lo hace, como advierte en su nota inicial, en "pago de la deuda contraída con Ortega por quienes aprendimos de él a pensar, que es una forma de sentir, allá por los años 40 del pasado siglo". El texto se aborda desde los momentos inmediatamente anteriores a la muerte del personaje y, según se especifica en el anexo final, el autor ha leído mucho sobre el filósofo y lo ha leído muy inteligentemente, aunque no falten ocasiones en las que lector parece adivinar al autor en lo que se nos presentan como opiniones del filósofo. Entre otras, la desesperanzada visión de la Restauración española y de las posibilidades de una modernización efectiva de la vida nacional.
Casi ningún aspecto importante de la vida de Ortega escapa, sin embargo, a la atención del narrador, que nos ofrece una imagen siempre atractiva de una personalidad que resulta crucial para entender las ansias de renovación que él supo inculcar en toda una generación de españoles cuando se acaba de cumplir un siglo de aquella famosa frase suya: "España es el problema; Europa, la solución".