La generación del 56
A. López Pina (Ed)
25 junio, 2010 02:00Miguel Boyer y Rodolfo Martín Villa en los80. Foto: José María Casaña
Así puede entenderse en mi opinión el acercamiento que se efectúa en este volumen a una realidad muy cercana temporalmente y a un grupo de personas que han desempeñado un relevante cometido en la reciente historia de España: aquí no deben buscarse ni mucho menos las coordenadas generales de unos fenómenos intrincados -para simplificar, la crisis del régimen franquista y el paso a un sistema democrático- pero sí pueden hallarse una serie de datos que permiten complementar el análisis objetivo y entender mejor la transformación antedicha. Aquí se trata básicamente de comprender "desde dentro", es decir, desde la óptica de muchos de los protagonistas, de modo que se bosqueja el conjunto de actitudes y disposiciones de un puñado de jóvenes que en los años cincuenta renunciaron al continuismo político, plantaron cara a un estado de cosas y en mayor o menor medida pusieron en juego su privilegiada situación personal.
Antonio López Pina (Murcia, 1937), el principal responsable de este volumen, ha tenido el acierto de combinar la pura reflexión teórica sobre las generaciones, basándose principalmente en Mannheim, Ortega y Gasset y Tierno Galván, con su aplicación inmediata al grupo de 1956 (capítulo I, "Teoría de la generación del 56"), estableciendo así las pautas fundamentales de una "generación decisiva" en un momento ciertamente trascendental para la suerte futura del régimen, cuando se empieza a producir la defección en las propias filas: "los años cincuenta son, pues, el momento inicial de la reflexión intelectual sobre el orden nacido de la guerra" (p. 26). Dicha reflexión, dadas las circunstancias, tenía que conducir a la acción: aquellos jóvenes que venían del mundo universitario pero que aún no estaban instalados profesionalmente "consideraban un deber moral participar en política". Por decirlo con la gráfica expresión de Ramón Tamames, "combatir la dictadura nos lo pedía el cuerpo".
Sociológicamente aquellos cachorros de la burguesía, en su mayor parte hijos de los vencedores, se encontraron abocados a una rebeldía política que parecía contradecir sus intereses y por la propia dinámica de los acontecimientos se sintieron tentados por el radicalismo de izquierda. El marxismo parecía para muchos la panacea para los males de una sociedad injusta y un régimen basado en la represión sistemática y así, los Pradera, Múgica, Diamante, Gómez Llorente, Elías Díaz, Morodo, Bustelo y Boyer, entre otros, no vacilaron en jugar la carta de la agitación y la movilización por unas libertades y unas profundas reformas -casi una revolución- que constituían la antítesis de lo que el franquismo representaba en todos los órdenes.
No todos sin embargo sustentaban esos planteamientos radicales. Algunos -es verdad que los menos- no perdieron de vista que la verdadera equiparación con la Europa desarrollada consistía precisamente en la conquista de un sistema representativo basado en la moderación y la estabilidad, sin saltos en el vacío que podían conducirnos a otro tipo de excepcionalidad. Por ello pronto terminaron optando con más o menos convicción por la reforma desde dentro: Martín Villa sería el caso más representativo, pero también podríamos citar a Landelino Lavilla o Juan Antonio Ortega.
Los capítulos tercero ("Semblanzas") y cuarto ("Memorias") acentúan el tono personal y subjetivo antes mencionado: desde Jorge Semprún a Vázquez Montalbán, desde Alfonso Ortí a Tomás y Valiente, se intenta recuperar en estas páginas -a menudo con un tono de cercanía que desemboca en franca complicidad generacional- la perspectiva humana, casi íntima, de alguno de los protagonistas de esta generación que, como se dice en más de una ocasión, intentó a su manera "regenerar" España mediante la "secularización de la cultura" y la recuperación de la libertad.