Image: Desde los bosques nevados

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Ensayo

Desde los bosques nevados

J. Eduardo Zúñiga

9 julio, 2010 02:00

Pushkin (Arriba) y Turgénev (Abajo)

Galaxia Gutenberg, 2010. 486 pp., 23'90 euros


Ha sido siempre el madrileño Juan Eduardo Zúñiga -ahora con ochenta y un años- un autor silencioso y de mérito. Y sabemos que si su obra narrativa se centra sobre todo en el heroico Madrid de la Guerra Civil, su obra como ensayista (de claro signo literario) se ha dirigido a la traducción y la exégesis eslavista, con predilección por los autores rusos, y aún por el gran novelista con el que, según confesión propia, se le abrió el mundo de la literatura rusa siendo muy joven: Iván Turgénev. De hecho este cuidado tomo - Desde los bosques nevados- no es sino la unión de los dos volúmenes principales que Zúñiga editó sobre literatura rusa, ambos inexistentes en el mercado: La deliciosa miscelánea El anillo de Pushkin de 1986 y la biografía-estudio Las inciertas pasiones de Iván Turgénev (1996).

Este segundo es básicamente un estudio con mucho de biografía sobre Turgénev (1818-1883), uno de los más cosmopolitas escritores rusos del siglo XIX -y no lo digo sólo porque viviera muchos años en París o muriera cerca, en Bougival. También porque sus obras, desde Nido de nobles (1859) -la primera que leyó Zúñiga- a Padres e hijos (1862), Primer amor (1860), Memorias de un cazador (1876), Tierras vírgenes (1877) o Recuerdos de vida y literatura, entre otras, fueron muy pronto traducidas y leídas internacionalmente, gracias, entre otros, a uno de sus traductores españoles, Rafael Cansinos-Asséns.

Pero si el libro sobre Turgénev se lee muy bien, a medias como novela de una vida apasionada y como inquisición en la obra de un escritor más que notable, debemos destacar que las estampas de El anillo de Pushkin componen un mosaico variado de temas y autores rusos (empezando por el gran romántico que da título al libro), donde la diversidad se entrelaza con el retrato sin que esté nunca ausente esa declarada vocación de ensayo literario. En este sabio revoltijo, podemos hallar desde la historia siempre oscura de Leonid Andréyev, autor que gozó de mucha fama antes de la Revolución de Octubre y que murió poco después sin haber abandonado Rusia, hasta referencias a las memorias de Tolstói Infancia, adolescencia, juventud o las muy publicitas e interesantes de Iliá Ehrenburg, y donde relata no sin melancolía el encuentro en el París de 1920 de Gorki con un alto poeta simbolista, Balmont, muy famoso antes de la Revolución, pero cuyo elitismo ésta había barrido. Balmont, avejentado, le pregunta a Gorki si sigue siendo leído en la nueva Rusia, y éste, aunque sabe muy bien que no, responde al ídolo caído: "Sí". Piadosa mentira.

Hay también un bello elogio de la "Lengua rusa" o temas como "Bosque sombrío", que nos ponen en contacto con la gran literatura rusa, desde "Las ciudades y los años" de Fedin, las obras de Kropotkin o de Pilniak, hasta El idiota de Dostoyevski o el poeta Tiútchev, del que Blok dijera que "tenía el alma más nocturna de la literatura rusa". Múltiples y bellos apuntes que concilian ensayo y literatura y siempre la enorme Rusia.