Image: La novela española durante el franquismo

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Ensayo

La novela española durante el franquismo

Santos Sanz Villanueva

9 julio, 2010 02:00

Santos Sanz Villanueva. Foto: Alberto Cuéllar

Gredos. Barcelona, 2010. 575 páginas, 35 euros


No es tarea fácil historiar hechos recientes; sobre todo los que se refieren a productos culturales, cuya vigencia o cuyas repercusiones se prolongan a menudo en el tiempo y siguen operantes en el momento cronológico de su revisión. La novela española del siglo XX cuenta con monografías ya clásicas, como la de Eugenio G. de Nora, y algunas más atentas a la segunda mitad del siglo, como los acercamientos debidos, entre otros, a Gonzalo Sobejano o el propio Santos Sanz Villanueva, que suma ahora a sus nutridas aportaciones anteriores estas densas páginas con un marco temporal bien delimitado por el título.

En una época como la nuestra, cuando las antiguas historias de la literatura o del arte parecen retroceder en beneficio de obras concebidas como diccionarios o "fichas" de autores -el auge de la omnipresente Wikipedia ejemplifica bien esa actitud-, donde el encadenamiento cronológico es sustituido por el orden alfabético, hay que acoger con respeto una obra como ésta, que trata de devolver al desarrollo de la literatura ese carácter orgánico que la red de relaciones entre estímulos y respuestas, entre modelos e imitaciones que se teje en una determinada sociedad, proporciona a cualquier actividad cultural. El propósito del autor era, sin duda, construir una historia, pero no a imagen a semejanza de esas historias literarias al uso, que dan la sensación de ser poco más que una lista de nombres y un catálogo de librería. Aquí, la historia va acompañada de observaciones críticas y de análisis interpretativos de obras y corrientes estéticas que proporcionan al conjunto una solidez poco frecuente en la percepción de los fenómenos cercanos.

Tras unas páginas dedicadas a la "prosa en armas" y a la literatura propagandística de los años bélicos, el panorama está dividido en cuatro períodos cronológicos, en cada uno de los cuales se busca anotar diferencias y rasgos evolutivos que acompañen las distintas etapas temporales. Un bloque inicial se refiere a la que el autor llama "primera generación de postguerra", que va desde Zunzunegui hasta Torrente Ballester. A continuación, la parte más extensa está dedicada a los escritores del medio siglo (neorrealistas, novelistas sociales, etc.), seguida de un bloque en elque se examinan las formas renovadoras de los años sesenta y de un último estrato generacional, encabezado con el rótulo "De los amenes franquistas a la democracia", que se cierra con los nombres de Juan Pedro Aparicio y Eduardo Mendoza.

Si algo hay que destacar de este volumen por encima de otros méritos, es la capacidad de síntesis del autor y su amplitud de miras, que, unida -todo hay que decirlo- a una loable generosidad, le lleva a incluir obras y autores sobre los que el tiempo -tempus edax rerum- ha arrojado un justo y piadoso silencio. Claro que la historia debe aspirar a recogerlo todo, lo perdurable y lo insignificante, y será raro que el lector busque algún nombre que no esté incluido aquí. Salvo quizá si es un lector que se ha ido forjando como tal paralelamente a los hechos que aquí se describen y tenga de algunos una percepción distinta. Por mi parte, echo de menos una ojeada a algunos productos de la narrativa de humor, y en la parte inicial me parecería indispensable el recuerdo de la deliciosa novela Miss Giacomini, de Miguel Villalonga, siempre injustamente silenciada. Tengo en mayor estima las novelas de Luis Berenguer, que aquí no figura más que en una mención de pasada, que las de autores como Enrique Nácher, Dolores Medio o Mercedes Fórmica -entre otros-, que sí aparecen atendidos. También podría haberse añadido a Antonio Zoido, que comienza su obra narrativa con Cualquier día (1976) para alcanzar poco después la cima con El último de la conquista. Junto a esto, cabe señalar aciertos como el de estudiar la obra de Isaac de Vega, casi siempre olvidado. En cuanto a las exclusiones voluntarias, se comprende el criterio de segregar a quienes compusieron la mayor parte de su obra en el exilio (Aub, Ayala, Sender), pero esta circunstancia no ha impedido incluir a Corrales Egea o Izcaray, que escribieron y publicaron sus pocas narraciones fuera de España. Y acaso convendría matizar alguna afirmación, como la referida al distanciamiento generacional entre Sánchez Ferlosio y su padre Sánchez Mazas (p. 172): la oposición no se manifiesta por el cultivo del estilo coloquial de El Jarama frente a la prosa cuidada de Pedrito de Andía. Se había producido antes, al erigir con Alfanhui un modelo de niño de verdad, fantástico e imaginativo, frente a la concepción del niño como adulto en potencia del Pedrito paterno.