Image: Robert Walser. Una biografía literaria

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Ensayo

Robert Walser. Una biografía literaria

Jürg Amann

23 julio, 2010 02:00

Así ve a Robert Walser en la nieve, el artista Billy Childisch

Traducción de Rosa P. Blanco. Siruela. Madrid, 2010. 340 páginas. 24'95 euros


Poco a poco, el suizo de lengua alemana Robert Walser (1878-1956) se ha ido abriendo camino, no sólo como uno de los más notorios novelistas del principio de siglo germano (gracias a obras hoy ya clásicas como Jakob von Gunten o Los hermanos Tanner) sino como un caso humano de singular inteligencia y rareza, por lo que no es de extrañar que en esta biografía -casi autobiografía montada por el biógrafo- Jürg Amann no se preocupe únicamente del escritor (que al fin pudo parecer un fracasado), sino también del hombre que quiso alojarse voluntariamente en un manicomio y siempre se negó a abandonarlo.

Lo que ha hecho Amann (con ayuda de abundante material fotográfico y de los manuscritos con la caligráfica letra de Walser) es redactar una introducción a cada período de la vida del novelista y poeta -todos empiezan con el epígrafe "En busca del hijo perdido" y hasta trece números romanos-, para inmediatamente después dejar la palabra al propio Walser, tomando fragmentos fechados de todas sus obras y epistolario. En tal sentido he hablado de "autobiografía montada por el biógrafo", pues el lector se va a encarar mucho más a los textos de Robert Walser que a los de Amann, aunque sería un craso error subestimar la labor de éste (en apariencia parca) pues para escoger y ordenar los textos se precisa un conocimiento exhaustivo de la obra walseriana y tener en mente un plano significativo y estructurado de lo que fue una vida tan peculiar...

Hermano de un notable dibujante que ilustró muchos de sus libros, Karl Walser, parece que Robert se sintió poco querido en su infancia, de donde el biógrafo extrae (en textos del propio biografiado) su peculiar mundo de errancias, soledad, singulares amistades o amores femeninos -a alguna de sus corresponsales no llegó a conocerla en persona- sus luchas con los editores, que al inicio le hicieron caso para irle olvidando poco a poco, lo que irritaba sobremanera a un hombre de natural calmo, y en fin, su final y sorprendente decisión de internarse en una casa de salud en Waldau, cerca de Berna, el 25 de enero de 1929, donde le lleva su hermana Lisa, preocupada por su soledad, pero de donde él no querrá salir nunca más (aunque los médicos se lo ofrecieron a menudo), abandonando durante los veintitrés últimos años de su vida no sólo la literatura -parece que le interesaba poco el tema- sino, de alguna manera, la vida misma.

En 1919 había escrito: "En medio del avance ininterrumpido, me apeteció detenerme." Y eso exactamente hizo. Paseando, después de almorzar (como solía) por el jardín nevado, el día de Navidad de 1956, Walser -olvidado del mundo- cae muerto de un súbito ataque al corazón. Sólo el escritor Carl Seeling (a partir de 1936 y durante casi diez años) visitó a Walser y paseó con él -era su entretenimiento favorito-, de donde sacó un interesante libro (traducido ya al español) Paseos con Robert Walser, que en cierto modo podría ser calificado de testamento literario "per interposita persona".

En 1947, un estudioso, Otto Zinniker, publica la primera biografía del recluido, El poeta Robert Walser, pero el biografiado no muestra el menor interés en ella. Poeta y narrador de la meditación y el desamparo, la obra de Walser rebosa una singular belleza que está por la vida y contra la vida, por lo que citaba con frecuencia a Hörderlin. "Deseo pasar inadvertido. Pero si a pesar de todo me prestan atención, yo no se la prestaré a los que atienden." Y otra pista más: "Pues ¿qué era un muerto? Oh, una incitación a la vida. Nada más." (Y esto está escrito en 1907, en Los hermanos Tanner). Caído en la nieve con 78 años, muerto al fin, o vivo al fin, entonces empieza verdaderamente la interpretación de una literatura lírico-meditativa, que no está llamada a dejar indeferente. Y que subraya (otra vez) que, aún no pareciéndolo, vida y literatura se comen, en prácticamente todos los autores, en un mismo plato.