Image: La construcción de la libertad

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Ensayo

La construcción de la libertad

Roberto Blanco Valdés

3 diciembre, 2010 01:00

Algunos de los padres de la Constitución en 1978. Foto: Archivo

Alianza. Madrid, 2010. 392 páginas. 19 euros


En la prolífica trayectoria intelectual del constitucionalista Roberto Blanco Valdés (La Estrada, 1957) se han sucedido los estudios históricos (varios libros sobre los orígenes de la España liberal), los análisis de nuestra Carta Magna (La Constitución de 1978), la atención a los problemas derivados de la ordenación territorial en la España actual (Nacionalidades históricas y regiones sin historia) y, más recientemente, un estado de la cuestión de su comunidad autónoma (La construcción de la autonomía gallega). En su caso, la labor de examen erudito se ha complementado de modo sistemático con una manifiesta voluntad de llegar al público no especializado en el intrincado entramado jurídico mediante artículos divulgativos en periódicos y revistas. En el libro que ahora comentamos, esas dos vertientes -erudita y divulgativa- se dan la mano en una excelente síntesis de historia constitucional europea.

Aquí, con el atractivo pero también ambiguo título de La construcción de la libertad, Blanco Valdés se propone explicar cómo los textos constitucionales europeos se convirtieron en "la clave de nuestra libertad". Más concretamente, se trata de iluminar un largo y zigzagueante proceso histórico (algo más de dos siglos, desde fines del XVIII) que ha significado -desde la perspectiva jurídica que aquí resulta crucial- la consecución en los diversos Estados europeos de ese complejo sistema de derechos y garantías que nos permiten hoy diagnosticar con satisfacción que la libertad y el constitucionalismo constituyen el "patrimonio común de nuestro continente".

El punto de partida de este periplo histórico es la exploración de las distintas ideas de libertad que sustentan tres teóricos (Benjamin Constant, Stuart Mill y Walter Bagehot). Esa breve introducción doctrinal conduce a la primera parte, "Orígenes", constituida por tres capítulos que trazan sucesivamente el panorama de la Europa anterior a la Revolución francesa, el establecimiento de un nuevo orden liberal y la comparación entre Europa y Norteamérica. Este cotejo entre la situación del viejo y el nuevo mundo se repite en la segunda parte ("Fundamentos"), dedicada a estudiar el "invento constitucional" como el "gran hallazgo de la Revolución": la nación se convierte en parlamento nacional, aunque la construcción de un sistema representativo presenta en la práctica múltiples cortapisas y limitaciones (por ejemplo, el sufragio restringido).

La parte fundamental y más extensa del libro -dos tercios del conjunto-, se extiende bajo el epígrafe de "Desarrollos", en la ardua lucha por los derechos que es, al mismo tiempo, dado el fracaso que se cosecha en muchas partes, "luto por los derechos". En la partida que se juega a tres bandas -rey, parlamento y pueblo-, se examina la monarquía constitucional como fórmula de compromiso entre las fuerzas conservadoras y revolucionarias, un pacto que funcionó transitoriamente, pero que no pudo subsistir en un mundo con desafíos cada vez más audaces. El vendaval antidemocrático del período de entreguerras se llevó por delante gran parte de lo trabajosamente construido en los decenios precedentes. La impaciencia revolucionaria de uno y otro signo (fascismo y comunismo) barrió el espíritu de pactos y pequeños pasos que es consustancial al régimen de libertades. Las consecuencias de todo ello, como es bien sabido, no pudieron ser más trágicas.

La tarea pendiente tras la catástrofe -"la gran tarea del futuro"- no podía ser pues otra que reconstruir una vez más Europa sobre la base de los principios democráticos. A esa inmensa tarea, plagada de dificultades de todo tipo, está dedicado el último capítulo de la obra. Aquella Europa que asomaba desangrada de la contienda le había salido una nueva fractura, básicamente entre el este y el oeste, aunque también en este último campo quedaban agujeros negros de la libertad (sin ir más lejos, en la península ibérica). Habrá que esperar decenios -hasta las postrimerías del siglo XX- para que la ola democratizadora llegue a todos los rincones. Pero podemos estar satisfechos, según el autor, porque esta historia termina bien, con la victoria absoluta del constitucionalismo de un extremo a otro del viejo continente.