Image: Las Cajas de Ahorros de las provincias de Ultramar (1840-1898). Cuba y Puerto Rico

Image: Las Cajas de Ahorros de las provincias de Ultramar (1840-1898). Cuba y Puerto Rico

Ensayo

Las Cajas de Ahorros de las provincias de Ultramar (1840-1898). Cuba y Puerto Rico

Francisco Comín Comín, Ángel Pascual Martínez-Soto e Inés Roldán de Montaud

15 abril, 2011 02:00

FUNCAS. Madrid, 2011. 449 páginas, 50 euros


Este libro representa una muy valiosa aportación, tanto a un tema de actualidad indudable -la evolución y la transformación de las cajas de ahorro-, como a otro muy relegado en el ámbito de la cultura histórica nacional: la historia económica de las Antillas. Las referencias sobre la economía cubana o puertorriqueña bajo la dominación española, por lo común se limitan al de- senvolvimiento de las plantaciones tabaqueras y azucareras, unidas a la larga pervivencia de la esclavitud. Siendo estos datos históricos ciertos, se forma, a partir de ellos, una imagen, mucho menos fundamen- tada, de sociedades excéntricas, anacrónicas y atrasadas.

Por ejemplo, se suelen omitir rasgos de modernidad como la construcción en Cuba, en 1837, once años antes que en España, del primer ferrocarril. O la apertura mucho mayor de Cuba hacia la economía internacional, basada en su posición de liderazgo en las exportaciones de azúcar -20% de la producción mundial hacia 1840-, además de las de tabaco y café. Muy probablemente, la densidad de relaciones monetarias de las Antillas era mayor que la de la metrópoli, a mediados del siglo XIX, y hay estudios muy apreciables que otorgan a Cuba, en dicha época, un nivel de Producto Interior por habitante superior al de España.

Es cierto que la presencia de la esclavitud condicionaba la entera vida social de las islas. Los autores de este libro revelan cómo, de un millón de habitantes aproximadamente que tenía Cuba en 1841, más de 436.000 eran población esclava -con un aumento del 90% en 20 años, debido a las entradas de esclavos de contrabando-, frente a 152.000 libertos y 418.000 blancos. Esta evidencia hizo que algunos, como el matemático Vicente Vázquez Queipo, desaconsejaran la apertura de una caja de ahorros, cuyo fin principal obviamente consistía en el fomento del ahorro popular. Según él, los esclavos carecían de capacidad de atesoramiento e incluso de disponibilidades líquidas. La realidad lo desmintió. La Caja de Ahorros, Descuentos y Depósitos de la Habana, creada en 1840, contó entre sus impositores a un 13% de esclavos, por lo general urbanos, que trataban de comprar su libertad. Con el paso del tiempo, aquella proporción disminuyó por la demanda creciente de mano de obra esclava en las plantaciones, en las que el acceso a la libertad era imposible.

Otra característica destacable de esta Caja de Ahorros, como también de la Caja de San Juan de Puerto Rico, creada en 1865 y cerrada en 1879, -y que las diferencia en gran manera de las peninsulares- era su configuración jurídica de sociedades mercantiles por acciones, con ánimo de lucro. Hoy, cuando la dirección que se imprime a las cajas de ahorro es precisamente la de su conversión en bancos, las de La Habana y San Juan aparecen como tempranos precursores. La Caja de Ahorros de La Habana fue liquidada en 1890, tras un declive provocado por la caída del precio internacional del azúcar, entre otras razones por el auge de la moderna industria remolachera en Europa. El hecho mismo de ser la cubana una economía abierta al mundo hizo que las crisis mundiales repercutieran de modo sensible sobre sus instituciones financieras. En Cuba y Puerto Rico hubo, además de estas dos Cajas, otras en ciudades diferentes, además del Banco Español de La Habana (1856) y otras entidades crediticias.

Junto a las fluctuaciones económicas internacionales, en la vida de estas Cajas de Ahorro influyeron sobremanera los avatares políticos de las islas. La Caja de La Habana fue escenario de los enfrentamientos ideológicos y de intereses de la burguesía criolla, desde los partidarios del statu quo a los del anexionismo norteamericano o el autonomismo. Tras la guerra de los diez años (1868-1878), la crisis económica y las perspectivas crecientes de emancipación política señalaron el ocaso definitivo de estas instituciones.

Debe subrayarse no sólo el extraordinario contenido valor histórico y económico de este libro sino también su cuidadísima edición y la generosidad de ilustraciones y gráficos, que contribuyen a realzar su valor.