Ensayo

La guerra civil española en la modern dance (1936-1939)

Delfín Colomé y Pujol

22 julio, 2011 02:00

INAEM. 2011. 307 pp. 18 e.


La investigación realizada por Delfín Colomé (Barcelona, 1947-Seul, 2008), embajador en Corea del Sur cuando falleció, para su tesis doctoral -dirigida por el catedrático de la Autónoma de Madrid, José Jiménez- es el germen de esta edición que subraya cuánto marcó la contienda española a los coreógrafos de danza moderna norteamericana. Tras su intenso rastreo por la New York Public Library y otras instituciones de EE.UU, registra 20 piezas de danza estrenadas entre 1936 y 1939 e inspiradas en nuestra guerra. "Nunca anteriormente tantos americanos se sintieron tan conmovidos y movilizados por un suceso exterior en el que la nación no estaba implicada", reproduce citando a Albert Pago (p. 101).

El volumen desentraña las inquietudes de 17 coreógrafos (la mayoría, mujeres) que hicieron de la danza un instrumento de reflexión y/o propaganda para ayudar al bando republicano y la integraron en su militancia izquierdista, en organizaciones como el New Dance Group, "una verdadera célula comunista" (p. 108), o la Workers Dance League. Tanto Martha Graham, como José Limón, Ted Shawn, Ruth Page o Anna Sokolow expresaron con la danza su compromiso. De la mayoría de las coreografías se realizaron una o pocas funciones y no se han vuelto a representar.

Descrita por Colomé como "danza de la cotidianeidad y todo lo contrario de lo que propugnaba el ballet romántico" (pag. 35), quería expresar temas actuales del ser humano, como reacción a los cuentos de hadas del XIX. Se considera su inicio la representación de Graham del 18 de abril de 1926, en Nueva York, extendiéndose desde entonces el término modern dance, impulsado por el crítico del NYT, John Martin.

Colomé investiga la interacción entre política y danza, y desgrana obras como Guns and Castanets (1939), de Ruth Page, Slaughter of Innocents (1937), de Anna Sokolow, Women of Spain (1938), de Ted Shawn, o Inmediate Tragedy y Deep Song (1937), de Graham. Realiza, sin embargo, conclusiones erróneas sobre el ballet clásico, como asegurar que Marius Petipa -el coreógrafo que más ha influido en el último siglo y medio, creador de La bella durmiente o El lago de los cisnes-, con su muerte "se llevó consigo la grandeza y el esplendor de aquel viejo estilo" (p. 36). También es difícil de comprender el lapsus que comete al decir que las cinco posiciones codificadas por Pierre Beauchamps en el XVII son "plié, croisé, effacé y rotaciones en dehor et en dedans" (p. 65), cuando las fijadas por el maestro de Luis XIV son el a, b, c, d de la danza académica y corresponden a los pies, llamadas primera, segunda, tercera, cuarta y quinta. También se echa en falta que, sobre la situación en España, no mencione a Antonia Mercé, quien revolucionó la danza escénica y murió, precisamente, el 18 de julio de 1936.