Image: Artista y criminal. Voces subversivas en la postguerra

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Ensayo

Artista y criminal. Voces subversivas en la postguerra

Irene Zoe Alameda

9 septiembre, 2011 02:00

Irene Zoe Alameda. Foto: Storylines

Castalia. Madrid, 2011. 270 páginas., 18 euros

Se han puesto de moda en fechas recientes los rótulos creativos y sugeridores para los libros de estudio humanístico, desplazando el hábito de adjudicarles marbetes descriptivos e informativos. El título Artista y criminal. Voces subversivas en la posguerra con que Irene Zoe Alameda bautiza su estudio es atractivo, pero engañoso porque de forma casi inevitable induce a pensar en obras que atentan contra el orden establecido, y, en el caso español, que cultivan el agitprop frente el franquismo. Nada de eso ofrece esta obra cuyo encabezamiento tendría que haber sido algo así como "Recuperación y presencia de la novela picaresca en la posguerra europea". Porque de ello trata la investigación de la profesora Zoe, doctora en teoría literaria además de guionista y directora de cine, compositora de bandas musicales, productora audiovisual y novelista. Este perfil polifacético, acompañado de un trabajo copioso para su juventud (nació en 1974), explica que su libro responda a una base de estudio filológico, pero también que incurra en generalizaciones propias de un ensayo sin las precisiones académicas necesarias.

Esta doble perspectiva se conjuga en el interesante asedio a un asunto que ha llamado la atención de todos cuantos hemos escrito sobre las letras españolas recientes: sorprende que se encuentren ecos formales o temáticos más o menos explícitos de la picaresca áurea lo mismo en obras fantaseadoras como el Alfanhuí de Ferlosio que en autores partidarios de viejos moldes naturalistas, tal Zunzunegui. Entre quienes primero y con mayor tino advirtieron la importancia del molde clásico en la postguerra figura un maestro en los estudios de nuestra prosa contemporánea, el catedrático de la universidad de Columbia Gonzalo Sobejano, quien dirigió la tesis doctoral de Zoe en el prestigioso centro neoyorquino. Así que nuestra estudiosa se ha adentrado en el tema a partir de un guía de la máxima confianza.

La idea central del estudio de Irene Zoe es que tras una época a comienzos de la pasada centuria en que el género picaresco se consideró obsoleto (a pesar de su presencia en el Baroja de La lucha por la vida y en otros escritores regeneracionistas), en la posguerra, tanto española como europea, ha conocido un resurgimiento vigoroso, de modo que cabe hablar de una "neopicaresca". Esto se debe, en la hipótesis de la estudiosa, a la situación de crisis generada tras la contienda civil española y la segunda gran guerra. Y es que, en efecto, la circunstancia histórica siempre determina los moldes literarios elegidos por los escritores para su misión de afrontar el mundo. Que la neopicaresca se dé en un largo trecho simultáneamente al existencialismo no es una casualidad, y habría estado bien que Zoe hubiera analizado con detalle el incuestionable dato. La tesis, sin embargo, no tiene tan claro sentido para la proliferación de huellas picarescas en la literatura (al menos en la española) penúltima y última. El corpus tanto nacional como europeo del trabajo de la estudiosa no rebasa la anterior década de los 60, y nos llevaríamos una buena sorpresa al comprobar la abundancia de huellas, incluso casi palimpsestos, picarescas si hubiera elaborado algo que se echa en falta, el catálogo completo de novelas diríamos "apicaradas" hasta la actualidad. Más que una reserva es una sugerencia para redondear su dilatado panorama.

La aportación más destacada de Zoe está en la aplicación de una perspectiva por desgracia poco frecuente en el ámbito filológico español, el comparatismo. De sobra se reconoce que el Lazarillo fundó un modelo pronto seguido por la narrativa occidental. La estudiosa advierte influjos neopicarescos también en autores recientes tan importantes, entre otros, como los alemanes Thomas Mann, Günter Grass o Heinrich Böll y los polacos Witold Gombrowicz o Jerzy Kosinski, y revisa algunas obras en concreto. Esta amplitud internacional del estudio, junto a las observaciones sobre la dificultad de precisar qué sea la picaresca en sí misma, hacen que Artista y criminal resulte un trabajo de valor crítico y documental a la vez que un estimulante motivo de reflexión acerca del porqué de la supervivencia inagotable de un género debido a una feliz intuición de hace ya casi 500 años.