Ensayo

Socotra, la isla de los genios

Jordi Esteva

27 enero, 2012 01:00

Atalanta. Gerona, 2011. 358 páginas, 23 euros

Con cada nuevo libro que publica, Jordi Esteva (Barcelona, 1951) se gana un buen y fiel puñado de nuevos lectores. El autor de Viaje al país de las almas o Mil y una voces, sobre el desarrollo hacia la modernidad de las sociedades islámicas, recupera aquí ese tono que le ha convertido en uno de los autores más interesantes de literatura de viajes de nuestro país. El tono de Esteva brilla por unas cualidades casi desconocidas para el escritor de viajes español medio; una documentación rigurosa, falta de petulancia, implicación sentimental y ausencia de cursilería hacen de este catalán una rara avis casi tan extraordinaria y mítica como la propia Socotra, la diminuta isla del Indico que se encuentra a 250 kilómetros del Cuerno de África y a 400 de la costa de Arabia perteneciente al Estado marxista de Yemen del Sur y de la que nadie que yo conozca había oído hablar hasta la publicación de este libro a pesar de ser uno de los corazones no sólo de media docena de criaturas míticas orientales sino también de su comercio.

Hay una peculiaridad de este libro que genera un flujo de fascinación constante: a diferencia de la inmensa mayoría de los libros de viaje, en Socotra es el visitante el que trata de convencer a los locales de la grandeza mítica de la tierra que están pisando y no a la inversa; es el viajero quien seduce y alienta a los locales con historias míticas como la de Simbad (tiene gracia, a quien ni siquiera conocen), recuperando para ellos un halo de prestigio que tal vez se había perdido en la noche de los tiempos. La poca documentación y la ambigüedad de los testimonios que se tienen sobre Socotra hacen el resto.

Resulta agradable leer a Esteva entre otras cosas porque no trata de convencer a nadie y porque su cultura nunca es petulante, sino fascinada y luminosa. Esteva ha sabido encontrar aquí la cuadratura del círculo de los buenos libros de viaje: hablar de sí mismo sin caer en la confesión innecesaria, ser sentimental sin deslizarse hacia la cursilería, no proyectar ni sobre los objetos que encuentra ni sobre las personas que se cruzan más que una mirada inteligente y despierta, estar dispuesto a que la realidad niegue el fruto de muchos meses de estudio. El resultado final de este Socotra es cercano a la confesión íntima de un amigo refinado y sensible, que narra su viaje en un peculiar estado de gracia.