Image: Los círculos morados. Memorias

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Ensayo

Los círculos morados. Memorias

Jorge Edwards

1 febrero, 2013 01:00

Jorge Edwards. Foto: Antonio Heredia

Lumen. Barcelona, 2013. 379 pp. 20 e., Ebook: 16'86 e

Con 81 años y un muy saludable aspecto, Jorge Edwards acaba de publicar el que anuncia como primer tomo de sus memorias, Los círculos morados. El título podría sonar a enigmático si el mismo autor no lo explicara en su momento, los "círculos morados" son los que quedan en los labios y en las prendas de vestir (manchas en general de vino peleón) después de las primeras farras o noches muy largas, vinculadas a una juvenil bohemia literaria en el Santiago de Chile de los finales años 40 del pasado siglo. Las memorias van desde los recuerdos familiares y escolares de Edwards, cuando es chico e hijo de una familia pudiente, hasta 1953 (aproximadamente), cuando el autor ha conocido ya a la que será su mujer, ha vivido muchos ritos de paso en una ciudad que ama -Santiago- pero que no deja de ver como demasiado endogámica y no poco provincial, y ha publicado con cierto éxito de crítica (nos dice que aquel libro armó mayor revuelo entonces que sus libros actuales) su primer libro de cuentos, El patio, que pagó de su bolsillo. También por entonces ha empezado a ser amigo de Pablo Neruda, pese a las diferencias ideológicas, y está decidiendo que la literatura es un arte muy noble pero que no parece muy sensato intentar vivir de ella...

En realidad, estas memorias generales no son la primera incursión de Edwards en el género, puesto que uno de sus libros más famosos, Persona non grata (1973), aunque hay quien lo califica de novela, son las memorias de su estancia en Cuba como embajador de Chile y sus desavenencias con el castrismo en una muy dura época de ese régimen. También su libro de 1990, Adiós, poeta -libro que me gusta especialmente- es la historia larga de su amistad con Neruda, el "poeta" por excelencia. Como en muchas memorias la parte primera de Los círculos morados -siempre una escritura atractiva y amena- resulta la menos interesante. Padres duros, madres cariñosas, un tío borracho y un pariente escritor (Edwards Bello, del de que no habla en exceso) son elementos que terminan pareciéndose, incluso si suceden en clases sociales distintas. A mi entender el mundo de la infancia, en unas memorias modernas -Edwards lo sugiere alguna vez- tendría que enfocarse como una búsqueda freudiana más que como el mero relato de unos recuerdos. Claro que, sabedor del punto ficcional de la memoria, el autor hace avanzar o retroceder el relato en varios momentos, lo que hace ganar en amenidad al conjunto. A partir de su adolescencia -cuando el yo ya está formándose- todo sube y subirá más, probablemente en el segundo tomo, pero como he insinuado esto no es un defecto de Edwards sino de muchos escritores de memorias, que no temen al recuerdo, pero sí algo a la confesión. Que Edwards va perdiendo ese miedo, nos lo aclara él mismo al contar dos episodios que no está seguro de haberse atrevido a narrar más temprano. En el colegio jesuítico de San Ignacio, un cura abusa de él cuando tiene doce años. Hoy ya sabemos estas reiteradas historias pero es cierto que se callaron en exceso. De igual modo, cuenta sus visitas a un burdel de Santiago, donde la joven prostituta parece que se va enamorando de él, hasta que le cierra la puerta porque él no quiere que los vean juntos por la calle. Los ritos de paso de borracheras, noches de café hablando de libros y mujeres y esa sensación, a la vez, de plenitud y desesperanza, marcan el tono de un hombre joven, de buena familia, gran lector de Unamuno (que le hace dudar o plantearse de otra manera la fe) y a la par lector de los poetas nuevos -como tantos principió como poeta- o de los grandes simbolistas (Baudelaire, Rimbaud) y de los nuevos novelistas norteamericanos, especialmente Faulkner al que principia a leer (Mientras yo agonizo) en una traducción argentina que no le parece muy buena.

Los círculos morados es la historia, a grandes trazos, de una familia prócer (aunque nos dice que los Edwards dueños de "El Mercurio" son más próceres aún) y de los inicios de un escritor a la vida y a la literatura, desoyendo las fiestas sociales y prefiriendo la bohemia, aunque fuese de medio pelo. Creo que el segundo tema es más rico y mejor que el primero. Los círculos morados es un buen libro que nos anuncia otro mejor todavía.