Image: La escandalosa señorita Pilgrim

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Ensayo

La escandalosa señorita Pilgrim

Frederica Sagor Maas

17 mayo, 2013 02:00

Frederica Sagor Maas, en los años 20

Traducción de Daniel Gascón. Seix Barral. 397 páginas. 21'95 euros. Ebook: 12'99 e.


No recuerdo la paternidad o el origen de una frase relativamente célebre que esconde una recomendación categórica: "Era una actriz tan tonta que se enamoró del guionista de su película". Nunca hagas tal cosa, viene a decir la máxima encubierta, pues los guionistas no pintan nada, no tienen ningún poder en comparación con los productores, los directores o las estrellas. La escandalosa señorita Pilgrim ilustra larga y dramáticamente, de forma indirecta, la idoneidad de aquella afirmación. Es un magnífico libro de memorias en el que su autora, Frederica Sagor Maas, guionista de Hollywood desde los últimos años del cine mudo hasta 1947 -más de quince títulos-, da cuenta del robo y del ninguneo de los que fue víctima por los estudios más importantes, que utilizaron sus guiones y sus argumentos, pero, vez tras vez, le negaron los créditos principales -esto es: su nombre en la pantalla como responsable de su trabajo creativo- en beneficio de los directores o de otros guionistas, protegidos por los productores, que habían intervenido en el tramo final del acabado del guión.

El testimonio de Sagor Maas tiene un enorme interés para establecer una correcta historia del cine mudo y clásico de Hollywood. Y eso, existiendo ya y desde hace décadas otras aportaciones sobre la máquina de triturar a escritores y a su talento en aquellos cubículos en los que escribían bajo contrato -bien pagados, eso sí- a expensas de las veleidades de erráticos y caprichosos ejecutivos. Pero si tal valor no tuviera suficiente atractivo para una generalidad de lectores, conviene aclarar rápidamente que La escandalosa señorita Pilgrim es un libro de memorias que cumple muy bien con su género, excelente, aguda y chispeantemente escrito, con estupendas observaciones sobre la familia, las relaciones personales, el matrimonio y la época, que trascienden -y ya es decir- a la multitud de detalles que aporta sobre "la fábrica de sueños", su modo de operar y una infinidad de personajes relevantes que comparecen en sus páginas con juicios y notas de primera mano.

Frederica Sagor Maas murió hace 16 meses, tras haber alcanzado la mareante y excepcional edad de 111 años. Es inaudito que escribiera sus memorias a los 98 años, y que a tal edad tuviera una mente tan fresca y clara y una prosa tan jugosa y divertida, nutrida a partes iguales por el ingenio y la mala uva. También, indudablemente, por el lógico resentimiento, que le lleva a vengarse de los prepotentes que la destrozaron -feminista, conflictiva e izquierdista, decían de ella porque lo era y no se callaba-, de una clase dirigente de Hollywood integrada por hombres estúpidos, borrachos y lujuriosos y por no pocas estrellas femeninas ignorantes, trepas, consentidoras de un uso sexual en las "fiestas salvajes" con tal de medrar.

De manera inclemente, Frederica Sagor Maas no deja de consignar los horribles atributos de grandes figuras del mito de Hollywood, sin disimular su falta de piedad cuando no pocas de ellas cayeron en picado mientras ella misma -aunque obligada al abandono y al exilio- sobrevivía y se mantenía en pie como persona. Aunque tuvo que ganarse la vida como mecanógrafa, aunque estuvo en trance de suicidarse con su marido -Ernest Maas, también guionista expoliado- aunque fuera rematada por la Caza de Brujas contra los izquierdistas de Hollywood, aunque las circunstancias de su acoso llegaran a poner en riesgo su matrimonio -que finalmente duró 60 años-, aunque... El caso es que pudo vivir, más que nadie, para contarlo.

Sagor Maas, hija de inmigrantes rusos y joven universitaria neoyorquina en la Columbia, también pugnó por abrirse camino en el Olimpo, pero de nada le sirvió haber escrito las historias que encumbraron a divas como Clara Bow o Norma Shearer. Su libro contiene mucha amargura y decepción, pero también -y esa mezcla lo hace diferente- una gran carga de humor, jovialidad y pasión por vivir.