Hernán Cortés, más allá de la leyenda
Christian Duverger
1 noviembre, 2013 01:00Retrato anónimo de Hernán Cortés
Fiel a su ágil estilo Christian Duverger nos ofrece una nueva biografía de Hernán Cortés, que sin embargo no es una más del amplio catálogo existente. Es un trabajo riguroso y sistemático y francamente recomendable. Bien que previa a su última obra, Crónica de la eternidad. ¿Quién escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España?, este Hernán Cortés muestra plenamente la gran admiración del autor por tan colosal personaje. Como en tantas otras ocasiones se puede decir aquí que el biografiado conquistó al biógrafo, ya que Duverger termina siendo en muchos pasajes de su libro presa de Cortés y bastante condescendiente con el personaje.Pese a ello estamos frente a un trabajo monumental, que intenta sacar a la luz nuevas facetas del conquistador de México aportando nuevas lecturas de viejos documentos y una utilización sistemática de toda las fuentes disponibles, que seguramente dejará a muchos descontentos, tanto a diestra como a siniestra.
Para comenzar, no gustará a la amplia legión de personas que en defensa de los derechos de los llamados 'pueblos originarios' insisten en cargar las tintas contra Cortés en tanto genocida, culpable de la muerte de decenas o centenares de miles de indígenas. El tópico del conquistador inmisericorde y destructor del orden indígena es contrastado con la imagen de un hombre del Renacimiento que quiere incorporar la presencia de los naturales mexicanos al mundo que quiere construir.
Frente a la ceguera de la conquista española Duverger apunta que "la ruptura importada por Cortés será precisamente reinsertar a los nativos en el juego político de la Conquista en nombre del principio de realidad". Por eso Cortés, hijo de Castilla, extremeño para más señas, "es al mismo tiempo un tránsfuga que elige muy pronto a la América de los indios".
Duverger tampoco dejará indiferentes a los defensores a ultranza de la cruzada colonizadora al poner en boca de Cortés críticas radicales a los modos utilizados por otros conquistadores, por ejemplo, en la forma de sojuzgar a los indígenas, o en el manejo hecho por la Corona de la cuestión americana. Basta ver el contrapunto que establece nuestro autor entre Hernán Cortés y Cristóbal Colón. Este último es presentado de forma descarnada, como un arribista y oportunista, al que escatima buena parte de sus méritos. Nos señala Duverger que tras su tercer viaje "Colón aparece con su verdadero rostro, como un aventurero sin escrúpulos, obsesionado por el poder, devorado por el espíritu de lucro". En definitiva, un retrato demoledor con muy pocas palabras.
En esta biografía también encontramos a un Cortés capaz de moverse con extrema eficacia en los recovecos del poder imperial. Uno de los grandes méritos de este Hernán Cortés es que no se concentra únicamente en la conquista de México sino que va más allá. Es toda la vida del conquistador la que es revisada, prestando igual atención a los años pasados en la Península y en sus disputas con el Emperador que al período precedente.
Duverger se queja en algunos pasajes de su obra que hasta ahora hemos conocido a un Cortés más mito que hombre y que su propósito es descifrar el mito para humanizar su figura. Para ello nos presenta a un personaje capaz de compartir la realidad de ambas orillas del Atlántico. Así, Cortés es presentado como un 'hombre de dos Mundos', un hombre polifacético capaz de adaptarse a nuevas realidades, imponiendo su genialidad por encima de la mediocridad dominante.
En definitiva, nuestro autor sigue magistralmente a Hernán Cortés a lo largo de todo su recorrido vital, en la frontera de Viejo y del Nuevo Mundo, en una "unión inédita entre dos partes del universo civilizado que hasta entonces no se habían encontrado". Humanizando a Cortés, Duverger humaniza la conquista y colonización española, un proceso lleno de contradicciones, como no podía ser de otro modo, donde vemos interactuar a verdaderos genios, como Cortés, con otros personajes más mediocres o realmente anodinos. Para ello, también es necesario humanizar a los indígenas, dotándoles de capacidad política y decisoria y no meras marionetas en manos europeas.