Image: Vida 1. Días de mi vida

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Ensayo

Vida 1. Días de mi vida

Juan Ramón Jiménez

18 abril, 2014 02:00

Dibujo de Juan Ramón por Daniel Vázquez Díaz

Reconstrucción, estudios y notas de Mercedes Juliá y María Ángeles Sanz. Pre-Textos. Valencia, 2014. 883 páginas. 35 euros

No, no es que Juan Ramón Jiménez (1881-1958) dejara inédita una autobiografía. Que entre la mucha "obra en marcha" suya que quedó por ordenar y publicar figure un proyecto llamado Vida no debe llamar a engaño a nadie; ni siquiera a quienes ya han levantado acta de la publicación de una "autobiografía" juanramoniana. Para el poeta de Moguer, Vida y Obra eran sinónimos; y, por tanto, los planes que concibió para este magno proyecto no apuntaban tanto a la plasmación de una autobiografía convencional, como a la ordenación de un número significativo de páginas bajo un plan que pusiera en valor esa equivalencia entre vida vivida y vida escrita. Ese magno libro de libros iría precedido de una "autobiografía sencilla" -que es lo que recoge Días de mi vida, el libro hoy reconstruido y publicado-, pero incluiría también una muestra del "verso escojido" de Juan Ramón, de su prosa, traducciones, conferencias, prólogos, etc., hasta sumar, según la propuesta de ordenación que hacen las editoras a partir de las anotaciones del autor, dieciséis volúmenes.

¿Hubiera realizado el poeta este magno proyecto de haber contado con el tiempo necesario? Y lo que es más: ¿hubiera resultado oportuno? La pronta decepción que causó en él la ingratitud de sus discípulos inmediatos, los del 27, y la aguda percepción -que la perspectiva que depara el tiempo va confirmando- de que muchos de aquellos vertiginosos prestigios literarios no se correspondían con la importancia real de lo escrito por sus beneficiarios, llevó al de Moguer, quizá, a obsesionarse más de lo conveniente con la necesidad de poner en negro sobre blanco cuánto se le debía y en qué medida se había intentado ocultar o disimular esa deuda. Es ésta, quizá, la única nota antipática apreciable en el libro que comentamos: ese afán de vindicar lo que la posteridad -eso sí, con las inevitables e injustas demoras y reticencias de algunos- ha dejado ya suficientemente claro: que es el único poeta que España ha aportado en los últimos siglos a la nómina de grandes escritores universales, y que pasarán -anota Jiménez en alguna parte- cuatrocientos o quinientos años antes de que surja otro... Demasiados, en fin, para tantos impacientes como hay por ahí.

Dicho esto, el conjunto de textos que se reúnen en esta "autobiografía sencilla" que hoy se publica constituye un libro excepcional, cuyo tramo más denso y, creemos, más acabado es el referido a la infancia y juventud del poeta. Si confrontamos estas páginas minuciosas, detalladas, a veces de una desconcertante sinceridad, con los libros ya conocidos de Juan Ramón sobre este periodo -desde Platero y yo a otros reconstruidos póstumamente-, la impresión es que el poeta maduro quería dar una nota distinta, alejada de esa impresión de idealidad, de realidad trascendida por la mirada visionaria de un niño, que dan esos otros libros suyos. Por el contrario, el Juan Ramón que se acusa a sí mismo -quién lo pensara- de montaraz y violento, antes dado a disparar a los pájaros que a extasiarse con su canto, o el que rastrea sus primeros deslumbramientos sexuales, o el que consigna la lenta pero inexorable ruina de su familia, tiene poco que ver con el poeta contemplativo de Platero y yo, aunque la exquisitez de la prosa y la precisión impresionista del detalle sean las mismas. Ese interés por el pormenor se pierde, quizá, en las páginas dedicadas a la "madurez" y "sazón" del poeta, en las que apenas llega a articularse un discurso autobiográfico propiamente dicho, y en las que el poeta intenta antes clarificar sus ideas que los hechos de su vida presente; por más que los más duros y penosos -la enfermedad de Zenobia o los agravados trastornos nerviosos del escritor- tengan también su lugar en estas anotaciones.

Tales son los hechos escuetos. Pero éstos no fueron otra cosa que el sustento de una inmensa Obra. Si el hombre, como especula Juan Ramón hacia el final de este libro, no es sino el elemento consciente del universo, qué duda cabe de que la verdadera vida no puede ser sino conciencia de vivir. Pero esa otra biografía trascendida ocupa muchas más páginas de las que caben en un libro.