Image: La Habana 1550-1600. Tierra, hombres y mercado

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Ensayo

La Habana 1550-1600. Tierra, hombres y mercado

Marcos Arriaga Mesa

5 diciembre, 2014 01:00

El puerto de La Habana hacia 1600, visto por Samuel de Champlain

Silex. Madrid, 2014 Intermedio. 472 páginas, 22 euros

La isla de Cuba fue uno de los primeros destinos a los que arribó Colón en su dilatada empresa americana. Su privilegiada ubicación geográfica le permitió muy pronto constituirse en uno de los grandes laboratorios de la posterior conquista y colonización de todo el continente. En poco tiempo La Habana superó a Santiago y sobresalió dentro del conjunto del territorio insular, convirtiéndose en el gran centro nodal en el complejo entramado de las comunicaciones imperiales.

Por La Habana pasaban necesariamente todas las grandes rutas comerciales que permitían llevar a la Península la plata producida tanto en Potosí como en los yacimientos de la Nueva España. También circulaban por el puerto habanero la mayoría de aquellos productos provenientes de la lejana Asia y que habían cruzado el Pacífico gracias al Galeón de Manila. Es evidente que sin el "situado" remitido desde las cajas reales mexicanas La Habana nunca se hubiera podido dotar de las defensas construidas y que le permitieron mantener invicta su primacía regional durante mucho tiempo. El circulante aportado significaba un refuerzo importante para la prosperidad de la isla, sin la cual, nunca hubiera llegado a ser lo que fue.

Esto hecho diferencial le permitió a la que sería la capital cubana recuperarse en muy poco tiempo del declive sufrido en las primeras décadas del siglo XVI debido a la pérdida de población indígena, al agotamiento de los placeres auríferos y al drenaje de gente y recursos que demandaba la conquista de México y América Central. Pese a la importancia del fenómeno y al papel central que jugaría La Habana tanto en el Caribe como en el conjunto del imperio español, el estudio de su vida cotidiana en la segunda mitad del siglo XVI ha merecido escasa atención por parte de los historiadores. Y eso que estamos frente al verdadero momento de su espectacular despegue y consolidación.

Sólo algunos de los grandes generalistas de la historia cubana se ocuparon del tema. Afortunadamente el excelente trabajo del historiador cubano Marcos Arriaga Mesa (La Habana, 1961) nos permite cubrir ese déficit y tener una idea acabada de lo que allí ocurrió, tanto desde el punto de vista demográfico como económico y social. A diferencia de otras colonias españolas en América, donde los primeros conquistadores se convirtieron en el germen de las oligarquías locales, la despoblación de Cuba y la posterior llegada de nuevos pobladores dio lugar a procesos mucho más complejos. Al igual que en el resto de América, el control del territorio y de la producción agrícola y ganadera, perfectamente integrada a la actividad comercial y al control político de las instituciones locales, es decir del cabildo, permitieron a los notables habaneros consolidar su posición de dominación. Pese a ello, la inevitable confrontación con las autoridades coloniales designadas desde la metrópoli fue un factor cuasi permanente de confrontación.

En este sentido el trabajo de Arriaga Mesa es impecable. Su constante búsqueda de información en fuentes primarias, tanto en archivos cubanos como en el de Indias, en Sevilla, le permite reconstruir a la perfección la actividad urbana de La Habana, desde prácticamente todas las perspectivas. En este sentido han resultado de gran utilidad las escrituras notariales que ha podido consultar, lo que no siempre ha podido ser así dada la destrucción de algunos repositorios. Así, el análisis micro ha salido reforzado, complementando el estudio de los macro procesos económicos y sociales.

De todos modos es innegable la vinculación de Arriaga Mesa a la escuela histórica cubana, todavía permeada en líneas generales por un fuerte nacionalismo y una impronta demasiado tradicional. Esta espléndida monografía habanera hubiera ganado mucho si hubiera incorporado un enfoque comparado, que nos hubiera permitido saber cuán original fue el desarrollo histórico de La Habana y en cuanto se asemejó a lo ocurrido en otras partes del imperio. Lo mismo se puede decir de algunas aproximaciones vinculadas a tendencias más recientes, pero ya no tan novedosas de la disciplina histórica, como la prosopografía, los estudios de género o la historia política. Pese a ello, es obvio que estamos frente a un trabajo imprescindible para la historia de Cuba, del Caribe y del imperio español en la segunda mitad del siglo XVI.