Image: Assia Wevill

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Ensayo

Assia Wevill

Yehuda Koren y Eilat Negev

27 marzo, 2015 01:00

Yehuda Koren y Eilat Negev

Traducción de Aurora Echevarría. Circe, 2015. 438 páginas, 19 €. Circe, 2015. 438 páginas, 19E.

"Assia Wevill, el amor ilícito por el que Ted Hughes abandonó a Sylvia Plath". Así pone en valor Circe esta magnífica biografía escrita por Yehuda Koren y Eilat Negev. El título original también incluye los nombres de Hughes y Sylvia Plath. Una amante de la sinrazón: Assia Wevill, rival de Sylvia Plath y amor condenado de Ted Hughes.

Es esencial no desanudar este triángulo mortal. Dos mujeres cometieron suicidio por el desamor de un mismo poeta. El domingo 23 de marzo de 1969, al anochecer, Assia abrió las llaves del gas de la cocina de su casa de Londres, se tumbó en el suelo sobre unas mantas abrazada a su pequeña hija Shura de cuatro años, cuyo padre era Ted Hughes, aunque llevaba el apellido Wevill, y ambas murieron por intoxicación de monóxido de carbono. Assia había consumido alcohol y barbitúricos. Seis años antes, en febrero de 1963, en el 23 de Fitzroy Road, la poeta Sylvia Plath se había suicidado del mismo modo, tenía 30 años y dejó a salvo a sus dos hijos.

Assia Wevill, la bella hija de un médico judío de origen ruso y una gentil alemana, que abandonó en su infancia la Alemania nazi para instalarse en Tel Aviv y más tarde en Canadá, fue la culpable del deterioro definitivo del matrimonio Plath-Hughes. La fascinante Assia, que hablaba ruso, inglés, hebreo y alemán y había estudiado arte y literatura, estaba casada con su tercer marido, el poeta David Wevill, cuando conoce a los Hughes en Londres.

El impacto entre el marido de Plath y Assia es inmediato. En mayo de 1962, después de una estancia en Devon, en la casa de campo Court Green de Plath y Hughes, Assia declaró a una amiga: "Voy a seducir a Ted". Lo terrible de esta circularidad es que la sombra de la gran poeta Sylvia Plath y el peso que su muerte dejó en el espíritu de Ted Hughes, estuvieron siempre presentes en su incapacidad para convivir con Assia como ella deseaba. Y lo que es más grave, Hugues, pese a ser el padre de Shura, la mantuvo en un segundo plano y apenas reconocía en público ser su progenitor.

Los biógrafos nos hacen ver como el fantasma de Plath se hacía más y más grande en el mundo de Assia, a quien tocó vivir algún tiempo en la casa de Devon y también en el fatídico apartamento de Fitzroy Road, rodeada de objetos y manuscritos de Sylvia. Consiguen los autores desentrañar una madeja complicadísima entre las posiciones escurridizas de Hughes, un seductor compulsivo que tenía otras dos amantes, mientras Assia esperaba un compromiso definitivo, y la dificultad de Assia para superar la presencia de Plath, gravitando sobre ella.

Assia quiso un epitafio: "Aquí yace una amante de la sinrazón y una exiliada". El poeta que borró algunos diarios de Plath, tampoco esta vez respetó la voluntad de otra mujer que le amó hasta la muerte.