Image: La isla de los ingenios

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Ensayo

La isla de los ingenios

Fernando García del Río

15 mayo, 2015 02:00

Fidel Castro. Foto: Romano Cagnoni

Península, 2015. 335 páginas, 17€

Fernando García del Río (Santander,1962) pisó territorio cubano por vez primera en noviembre de 2006, cuatro meses después de la hospitalización del comandante en jefe para ser operado de una diverticulitis grave, con la misión de abrir la primera corresponsalía de La Vanguardia en La Habana y cubrir el final del castrismo. "Nadie dudaba de que Fidel Castro fallecería pronto, cuestión de días o semanas más que de meses", confiesa el autor en el primer capítulo. "Buitreo periodístico en su máxima expresión, pero así es este oficio".

El 5 de marzo de 2011, cuatro años después de haber firmado su primera crónica como corresponsal en "la isla de los ingenios", el subdirector del Centro de Prensa Internacional cubano, Rubén García Abelenda, exagregado de Prensa de la embajada cubana en Madrid, le transmitía la orden de expulsión en aplicación del artículo 46 del reglamento cubano para corresponsales "cuando el titular realice acciones impropias o ajenas a su perfil y contenido del trabajo, así como cuando se considere que ha faltado a la ética periodística y/o no se ajuste a la objetividad en sus despachos".

A la exigencia de una explicación más concreta, el funcionario censor de los Castro dio la callada por respuesta. Muchos periodistas extranjeros, entre ellos algunos españoles, habían obtenido el mismo honor antes que él, pero pocos, muy pocos, han descrito con tanta brillantez y precisión el choque entre el periodista que lucha por la verdad y una dictadura obsoleta. La minuciosa descripción de las aventuras e infortunios que desembocaron en su traslado a la corresponsalía de Brasil es un manual del mejor periodismo, pero las memorias de sus años de corresponsal en Cuba son mucho más.

En 334 páginas, cronológicamente, nos muestra lo mejor y lo peor de la Cuba actual como muy pocos observadores, por ceguera ideológica o miedo a las represalias, se han atrevido a mostrar. Su inmersión empieza con la yincana nada festiva que vive quien entre en el aeropuerto José Martí y la sensación de un súbito retorno al pasado: costas sin tocar, tierras sin labrar, casas derruidas, los viejos coches americanos y soviéticos, más bueyes y caballos que tractores en los campos, un sistema político y burocrático kafkiano, espías por todas partes y un aparato propagandístico agobiante. Desde una recopilación exhaustiva de notas, recuerdos e impresiones, el autor se va alejando de los tabúes y simplificaciones sobre Cuba, y presentándonos, con el apoyo sacrificado e infatigable de su esposa Chelo, las vericuetos más recónditos. Sus cicerones más generosos (el oxígeno que necesita todo corresponsal) fueron el cubano Angel Tomás González, colaborador de El Mundo, y Yolanda Martínez, del mexicano Reforma."Noté que ninguno de los dos se refería a Fidel Castro por su nombre", señala. "Podían llamarlo ‘el jefe', ‘el Uno' o ‘Él' a secas, aunque preferiblemente se limitaban a decir ‘Éste' al tiempo que ahuecaban la mano bajo la barbilla".

Los amigos pronto le advirtieron de los riesgos de usar términos como "régimen" o "disidente". "Ni que decir tiene que hablar de dictadura era motivo de expulsión o de algo peor para el foráneo y hasta de cárcel para el nacional". Eso no impidió al autor escapar del oficialismo asfixiante y de Radio Bemba (nuestra Radio Macuto), y buscar la verdad en calles, guaguas, paladares, hospitales, iglesias, aldeas, cines, gasolineras, museos y casas particulares. Esa verdad tiene muchos claroscuros que no encajan en las visiones más radicales, de izquierda o derecha, sobre las reformas de Raúl Castro. El autor reconoce los avances, los contrasta con los reveses y los somete al filtro de una realidad única en el mundo, producto de la doble condena a la que el pueblo cubano lleva sometido más de medio siglo: una revolución devenida rápidamente en represión y un embargo estadounidense cuyo principio del fin -ya era hora- anunció Obama en diciembre pasado.