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Ensayo

Tumulto

Hans Magnus Enzensberger

25 septiembre, 2015 02:00

Hans Magnus Enzensberger. Foto: Santi Cogolludo

Traducción de Richard J. Ross. Malpaso. Barcelona, 2015. 249 páginas, 18'50€

Confesiones, apuntes, garabatos, filigranas, premisas, recuerdos, anécdotas, historias que se escapan de la gran Historia, historias personales y de otros como Herbert Marcuse, Pablo Neruda, Arthur Lehning, Hans-Werner Henze, Lilka Brik, Heberto Padilla, Haydée Santamaría, Carlos Franqui… Todo eso y mucho más es la última obra de Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, Alemania, 1929), que acaba de ver la luz en español casi un año después de su primera edición en alemán. En ella, con 85 años (uno más hoy), el gran poeta, ensayista, periodista, autor teatral y fundador de algunas de las revistas culturales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX (Kurbuch y The Transatlantic), galardonado con el Príncipe de Asturias en 2002, se autobiografía y radiografía a retazos la tumultuosa movida política e intelectual de los sesenta para construir un nuevo orden dentro y fuera de Alemania, caldo de cultivo de algunas de sus principales obras anteriores con un resultado relativamente optimista.

El método elegido para buena parte del texto -diálogos del Enzensberger de hoy con el de entonces, moteados con actualizaciones y notas sobre cada personaje, autor o idea recogidas en el libro- vigoriza y agiliza el relato, pero en ocasiones resulta tan tumultuoso y rocambolesco como los acontecimientos narrados, con saltos continuos en el tiempo, sin referencias cronológicas claras y algunas trampas en el solitario, inevitable cuando uno se entrevista a sí mismo. Perdonable todo por el caudal de luz que arroja sobre la frustrada revolución de la Comuna I y de los Baader-Meinhof, la Cuba de los Castro, los sueños de una nueva generación, la primavera de Praga mayo del 68 y, sobre todo, las fuentes que han alimentado toda la obra anterior del autor.

El aparente caos se ordena mediante cinco fechas -1963, 1966, 2015, 1967-1970 y después de 1970- y dos escenarios principales: sus viajes a la URSS de 1963 y 1966, y su residencia en Cuba en 1968-69, con una escala de cuatro meses como profesor en Nueva Inglaterra en el otoño del 67 y un viaje exploratorio a Camboya. Siempre invitado, por supuesto, y casi siempre acompañado por su segunda esposa, María Aleksándrovna Makárova, la bella Masha, hija de la poeta judía rusa Margarita Aliger, a quienes conoció en su segundo viaje a la URSS. Su bautismo soviético parte de la invitación de Giancarlo Vigorelli, editor de la revista romana L'Europa Litteraria, para asistir en Leningrado a un encuentro internacional de escritores de izquierdas sobre "problemas de la novela contemporánea", dirigido por la omnipotente Unión de Escritores soviéticos.

De Pushkin, Gógol, Dostoievski y poetas como Jlébnikov o Jarms no se habló. Los cuadros, con el presidente de la Unión, K. Fedín, ensalzaron el realismo socialista y despotricaron contra Joyce, Proust y Kafka. Los franceses, encabezados por Sartre y Simone de Beauvoir, defendieron mal que bien el nouveau roman. Sólo Iliá Ehrenburg, autor del relato El Deshielo (1954), obra pionera soviética en la crítica del estalinismo "animó un poco el cotarro". Lo más importante de la visita no fue la literatura, sino la cena de unos pocos elegidos con Jruschov en su villa de Gagra.

Al inicio de la penúltima parte del libro, 1967-1970, Enzensberger da una pista sobre el título: "Los recuerdos (de aquellos años) sólo pueden adoptar una única forma: la del collage. El problema es cómo distinguir el tumulto objetivo del subjetivo". De creerle, en su casa nace o se hace buena parte de ese tumulto, pero, por casualidad, él nunca está presente en el parto. La fundación de la Comuna I le sorprende por la URSS, comprobando lo poco que tenía de socialismo el llamado socialismo real. Las protestas contra la guerra de Vietnam coinciden con su paradisiaca estancia en Nueva Inglaterra. Y las grandes sacudidas del 68 -Praga y mayo- coinciden con su contrato de asesor para el régimen cubano.

"Tenía en mente impartir un pequeño seminario, de seis meses, para enseñarles lo más elemental a los cachorros mulatos de Sierra Maestra", explica. "Un poco de historia, nociones básicas de la Ley Fundamental o la Constitución, de los partidos, los sindicatos, los parlamentos y los tribunales...". El proyecto nunca se concretó. Le tomaron el pelo y él se dejó, pero le hospedaron en los mejores hoteles, perfeccionó el español y a Misha le encantó la vida en la isla de los ingenios.