Image: Adela Escartín. Mito y rito de una actriz

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Ensayo

Adela Escartín. Mito y rito de una actriz

Juan Antonio Vizcaíno

19 febrero, 2016 01:00

Adela Escartín

Fundamentos. Madrid, 2015. 2 volúmenes. 256 y 254 páginas. 40€

Adela Escartín es un nombre soterrado de nuestra escena. Labró su carrera fuera de nuestras fronteras y cuando regresó a España sus tiempos de gloria sobre las tablas quedaron clausurados. La vuelta fue su verdadero exilio. Había aterrizado en 1947 en Nueva York, tras acabar sus estudios en el Conservatorio de Arte Dramático de Madrid. Allí estudió con Erwin Piscator, Stella Adler y Lee Strasberg. Pero fue en Cuba donde lució, durante dos décadas, el poso de ese aprendizaje y su talento visceral. A la isla caribeña exportó el método Stanislavski, que aplicó en la encarnación de alguno de los personajes con los que más se mimetizó: Yerma (con quien compartió el conflicto de la esterilidad), Juana de Arco (que le permitió reivindicarse como mujer con derechos equiparables a los de cualquier hombre), la Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo (a la que le emparentaba una actitud decadente y altanera a un tiempo)...

La alquimia que alcanzó con estos tótems de la feminidad le valió fama y prestigio en la Cuba castrista, a la que siempre estuvo agradecida y a la que nunca puso en cuestión (pese a ser hija de un coronel de la España franquista). El retorno a España la descabalgó de los oropeles. Trabajó, pero casi en el anonimato. También volvió a la institución en la que se formó, ya denominada Real Escuela de Arte Dramático. Allí fue profesora de grandes intérpretes actuales, como Blanca Portillo.

Juan Antonio Vizcaíno, también docente en la RESAD, la rescata del olvido en esta documentadísima biografía (especialmente meritorio es el rastreo de su huella artística en Cuba) editada en dos volúmenes. En ambos recorre todas las etapas vitales y profesionales de Escartín, una actriz que elevó su profesión a una categoría sacrosanta: "El escenario es un altar. En este lugar sagrado el actor o la actriz no deben limitarse a actuar, sino a oficiar, como si de una auténtica misa se tratase".