La juventud de Cervantes
José Manuel Lucía Megías
4 marzo, 2016 01:00Actualidad e historia se mezclan con naturalidad en esta obra
"Retazos de una biografía", reza justamente el subtítulo de este nuevo intento de biografiar a Miguel de Cervantes: a eso se reduce el puñado de hechos probados que conocemos de él; sobre los que se ha construido un detallado mito en el que se han proyectado, no sólo los detalles necesarios para completar un relato insuficiente, sino también los valores que cada época quiere ver de sí misma al contemplarse en una figura siempre vigente.Pertenece al designio de nuestro tiempo el propósito de desmitificar, de aplicar el filtro crítico a lo que entendemos como tergiversaciones de épocas pasadas. No es extraño, por tanto, que éste sea el ánimo de la biografía de Cervantes cuyo primer tomo, dedicado a la juventud del escritor, acaba de dar a la imprenta el profesor José Manuel Lucía Megías (Ibiza, 1967). También Las vidas de Miguel de Cervantes de Andrés Trapiello, publicada hace un cuarto de siglo, intentaba algo parecido, desde la perspectiva, no tanto de un investigador que aportase nuevos datos, como de un lector desprejuiciado que se asomaba con desparpajo y sentido común al cúmulo de saberes debido a los investigadores propiamente dichos.
Otro es el método, aunque similar el fin, al que se ajusta el libro de José Manuel Lucía Megías: deslindar claramente los escasísimos datos fehacientes que poseemos de Cervantes para, a partir de ellos, obtener una visión panorámica de la realidad que le tocó vivir y, dentro de ella, precisar lo más posible el significado de esos datos.
Ello explica el carácter discontinuo -no necesariamente un defecto- del texto resultante: esta biografía se lee como una colección de ensayos unidos por la común referencia al autor del Quijote, aunque dedicados a cuestiones aparentemente tan diversas como el estudio de los retratos literarios y pictóricos del autor en el contexto de las convenciones iconográficas de su tiempo, la tipología de los documentos cervantinos, la vida académica y literaria de la época y la adecuada interpretación de los relativamente abundantes pero desconcertantes datos que se poseen sobre el cautiverio de Cervantes en Argel. Con ese episodio termina la andadura de este primer tomo, que se complementa con un apéndice periodístico dedicado a la crónica del inicialmente descaminado intento de localización de los restos de Cervantes en el madrileño convento de la Trinitarias; uno más, nos dice el biógrafo, de los despropósitos laudatorios o hagiográficos urdidos en torno al autor.
Actualidad e Historia se mezclan con naturalidad en esta biografía. En la que, con todo, destacan claramente los escasos hechos que conforman la biografía contrastada del autor: su deseo de lograr un puesto en la burocracia real, por ejemplo, a lo que responderían su iniciales acercamientos a los círculos literarios madrileños, así como sus intentos posteriores de hacer valer sus méritos militares y sus sufrimientos como cautivo.
En este contexto surge lo que Lucía Megías llama "la primera ficción escrita por nuestro autor", la llamada Información de Argel, recopilación de testimonios en torno al comportamiento de Cervantes en el cautiverio, compilada a instancias del autor y destinada a vindicar su figura y desmentir posibles testimonios adversos. Incluso este conocido relato encierra alguna sorpresa: nuestro autor bien pudo ser -dice el profesor Lucía Megías, abonándose a las especulaciones de Carrol B. Johnson- un "passeur", es decir, "alguien que se ganaba la vida con el negocio del transporte clandestino de cautivos principales a tierras de cristianos"; lo que explicaría la relativa impunidad con la que salió librado de sus intentos fracasados; pero no -añadimos nosotros- el hecho de que ni siquiera así el autor pudiera allegar fondos para su propio rescate, que hubo de ser sufragado por su familia.
El ejemplo aducido pone de manifiesto la dificultad de despejar del todo las incógnitas que plantean incluso los datos probados que conocemos sobre Miguel de Cervantes. Tampoco es fácil librarse de las expectativas de nuestra propia época. ¿Acaso referirse a "la experiencia argelina" como "un mundo cosmopolita que en el fondo [el autor] admira y desea" no es una proyección de nuestra propia fascinación por el cosmopolitismo y la multiculturalidad? Merece la pena preguntárselo.