Image: Preso pero libre. Notas desde la cárcel del líder venezolano

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Ensayo

Preso pero libre. Notas desde la cárcel del líder venezolano

Leopoldo López

18 marzo, 2016 01:00

"Leopoldo López simboliza la situación de miles de venezolanos". Foto: Miguel Gutierrez

Península. Barcelona, 2016. 304 páginas, 16'90€, Ebook: 10'99€

El pasado 10 de septiembre, tras novecientas horas de juicio, la jueza Susana Barreiros condenó al líder político venezolano Leopoldo López a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de prisión. En la misma sentencia condenó a otros tres presos políticos -Christian Holdack, Damián Martín y Ángel González- a penas de 10 (el primero) y 4 años y 6 meses con medidas cautelares (los dos últimos).

En el último capítulo de Preso pero libre, las notas de Leopoldo López desde la cárcel, el líder político denuncia que, desde su detención, el 18 de febrero de 2014, no se les aceptó ni una sola prueba ni un solo testigo de los más de cien propuestos por sus abogados. "Fue un juicio injusto, a puerta cerrada, sin observadores ni periodistas ni posibilidad de careo, en el que se violaron la Constitución, las leyes de la República y las normas internacionales de derechos humanos", añade. (p. 253)

Por si no bastara, la experta en lingüística Rosa Amelia Azuaje rechazó la acusación principal contra López: que con sus discursos había incitado a la violencia en las manifestaciones estudiantiles del 12 de febrero de 2014 contra la represión policial. Amelia era el testigo principal del Ministerio Público, marioneta del presidente Maduro y del hombre fuerte del partido del gobierno, Cabello Diosdado. "Estoy convencido de que lo ocurrido fue una celada orquestada desde el Gobierno. Vamos a presentar formalmente una acusación penal contra el director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional [...] y el presidente Maduro. Fueron ellos los determinadores del crimen."

El juicio, para cualquier observador mínimamente imparcial, ha sido un intento burdo de enterrar la verdad de lo ocurrido en Venezuela de febrero a mayo de 2014, meses de protestas en los que murieron 43 personas, fueron detenidas 3.700, más de 200 fueron torturadas y miles de venezolanos huyeron al exilio.

Las principales democracias y organizaciones internacionales, gubernamentales y no gubernamentales, y los dirigentes más prestigiosos del mundo condenaron la sentencia y exigieron por enésima vez a los herederos de Hugo Chávez que liberasen a todos los presos políticos.

"Fue un juicio político cuyo formato se repite para todos los que nos atrevimos a denunciar al gobierno y a reclamar la democracia y la libertad para Venezuela", afirma el autor, nacido en Caracas el 29 de abril de 1971 en una familia de gran arraigo en la política venezolana, graduado en Ciencias Políticas por Harvard y alcalde de Chacao, en el área metropolitana de Caracas entre 2000 y 2008, antes de convertirse en el símbolo vivo de la oposición al chavismo sin Hugo Chávez.

Por si quedase alguna duda, como recuerda Daniel Ceballos, compañero de cárcel de López, en el epílogo, el fiscal principal del caso, Franklin Nieves, confirmó la farsa del juicio tras escapar del país: "El cien por cien de las pruebas han sido falsas". Para evitar lo peor, el entonces presidente del Congreso propuso a López que huyera del país con su familia o pidiera asilo en alguna embajada, pero López prefirió sacrificarse y enfrentarse al verdugo desde la cárcel, arriesgando su vida y la de los suyos, empezando por la de su esposa, Lilian Tintori, la gran heroína de esta historia. "Leopoldo -escribe en el prólogo Felipe González, que ha participado en su defensa- simboliza la situación en la que están miles de venezolanos, setenta y cinco de ellos presos políticos del régimen y otros muchos represaliados [...], cuando no exiliados".

En 289 páginas López relata sus más de dos años en prisión: las penurias, huelgas de hambre, motines, sentimientos, amenazas, sueños, lecturas, miedos y esperanzas. "La idea era dejar un registro de mi experiencia en esta prisión", explica. "Escribir sobre los recorridos imaginarios que he hecho por toda Venezuela, de las ideas y propuestas que pienso podrían aplicarse… para recuperar nuestro país y nuestra gente". (p. 53)

Que nadie espere una obra literaria depurada. Al libro le falta la continuidad exigible en una obra escrita con tranquilidad, sin estar sometido a requisas constantes, en las que los matones de Diosdado hacían desaparecer cada nota, libro u objeto de algún valor. "El robo de mis notas fue parte de la estrategia para robarme también la esperanza y la fe", escribe.

Esos defectos quedan compensados con creces por la fuerza de su testimonio y por la falta de odio y de revanchismo en el autor, virtudes seguramente aprendidas de su admirado Mandela.