Image: Populismo

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Ensayo

Populismo

José Luis Villacañas

8 abril, 2016 02:00

Los acercamientos académicos al populismo en España aún son irregulares, sostiene el autor. Foto: Alberto Di Lolli

La Huerta Grande. Madrid, 2015. 131 páginas, 10€

Cuatro títulos ha publicado ya La Huerta Grande en su nueva colección de ensayos, todos articulados bajo premisas comunes: libros concisos, divulgativos, sin notas a pie de página ni abrumadores tecnicismos. A Populismo, de José Luis Villacañas (Úbeda, 1955), lo han precedido El futuro incierto de la Sanidad, de Luis González Feria; La violencia en México, de David Huerta; y Maldita lengua, de Mauricio Tenorio. Todos se ocupan de algún tema de actualidad. Y ocasionalmente, como el de Villacañas, esta actualidad coincide con una atención al tema todavía escasa o irregular por parte de la literatura académica. En este caso, el autor afea a la universidad española su incapacidad manifiesta para entender el populismo, ya sea por la adhesión indecorosa a sus postulados o por el rechazo más visceral. Cabría señalar excepciones en autores como Xavier Casals, Víctor Lapuente -este ejerce en Gotemburgo-, José Ignacio Torreblanca o Félix Ovejero, entre otros, a los que viene a sumarse Villacañas por su evidente intención de tomarse el populismo como un asunto serio de estudio.

Para el autor, el populismo es "la teoría política que siempre ha sabido que la razón es un bien escaso e improbable" (pág. 14). Un fenómeno que en Europa hunde sus raíces en la filosofía hipercrítica, amiga de censurar sin proponer soluciones. En España el populismo encontró el campo abonado para su emergencia: una crisis económica sin precedentes y una clase política encastillada en estructuras "estériles y carentes de toda idea legitimadora" (pág. 122). Todo ello bien aliñado con una "insensibilidad moral inconcebible" de las élites hacia el padecimiento de los ciudadanos. Nunca fue tan fácil que calara, nos viene a decir Villacañas, la construcción del dualismo retórico de buenos y malos.

Frente a la reducción del populismo a un mero cambio de la razón por las emociones, Villacañas le atribuye todo un aparato social, cultural y antropológico. Reconoce que su batalla se libra en el campo de la hegemonía cultural pero que su objetivo es la hegemonía política. Y en un jugoso capítulo final advierte de sus peligros, que ejemplifica con el caso catalán, en donde la expresión populista soñada -y sin fisuras- vendría a ser esa candidatura única que culmina su mesiánica operación desde el poder.