Image: Falsa Calma

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Ensayo

Falsa Calma

María Sonia Cristoff

1 julio, 2016 02:00

María Sonia Cristoff

Alpha Decay. Barcelona, 2016. 251 páginas 19'90€

No es de extrañar -porque no es un orgullo menor- que María Sonia Cristoff (Trelew, Argentina, 1965) reclame para sí misma el prurito de haber cultivado en los noventa casi en solitario cierta narrativa de no ficción que tan de moda había estado en la Argentina de los setenta con nombres como María Moreno, Raúl Rosetti, Matilde Sánchez u Osvaldo Baigorria, autores todos bien conocidos al otro lado del océano pero completamente ignotos en nuestro país. Por encima de todos reclama como padre tutelar al también casi desconocido en España pero autor de culto en Argentina Rodolfo Walsh, quien tuvo el honor y la audacia de inventar la novela de no ficción dos años antes que Truman Capote con un texto de referencia que, si hubiese estado escrito inglés, hoy sería un clásico de la letras universales: Operación masacre. Pero las referencias de Cristoff son también clásicas, vienen de más atrás, de la crónica periodística que cultivó otro importante autor argentinísimo, Roberto Arlt. El espíritu de sus estampas urbanas también se respira aquí, en esta "falsa calma" con la que la autora se sumerge en los pueblos más perdidos de la Patagonia argentina.

Para narrar lo que aquí sucede hace falta algo más que sentarse a tomar mates con los protagonistas

Habría que hacer un pequeño inciso aclaratorio antes de empezar. La Patagonia de Cristoff se parece muy poco a la Patagonia proyectada desde Europa, no tiene nada de glaciares, lagos cristalinos y cordilleras de aire tirolés y sí mucho de páramo, de refinería, de pueblo del interior, de vida reducida al extremo de su esencialidad. Cristoff recupera la tradición instaurada por Darwin cuando pasó (sin detenerse apenas) por esas tierras a bordo del célebre Beagle y le dio el nombre que luego se extendió a toda la Patagonia: La tierra maldita. Cristoff ha escrito una crónica de viaje sobre un lugar que es, antes que nada, un hueco, un espacio al que parecen haber sustraído algo esencial y que sin embargo se mantiene impasible en mitad del páramo. Sterne solía decir que los habitantes de un lugar son siempre supuraciones, "extensiones" humanas del espíritu del lugar en el que habitan. Cristoff parece ser de la misma opinión. Al igual que ese desolado paisaje patagónico quienes viven en él parecen también estar girando (algunos más conscientemente, otros menos) alrededor de un vacío, una carencia. Cristoff no es una testigo "impertinente", no molesta al lector con sus opiniones o sentimientos, sino que opta por el papel quizá menos lucido pero desde luego mucho más interesante: hacerse invisible, convertirse en una simple amplificadora de esas vidas desoladas pero a la vez resistentes y cargadas de una emocionante dignidad.

Para narrar las historias que se suceden aquí hace falta algo más que sentarse una tarde "a tomar unos mates" con sus protagonistas. Es necesario convivir largo tiempo con ellos, generar la confianza necesaria para que surjan con naturalidad. Cristoff no sólo ha hecho ese ejercicio sino también otro más interesante y sabio, el de no caer en el simplón dramatismo peripatético con el que otro autor de menos talento habría narrado estas historias. Para Cristoff el verdadero corazón de la Patagonia es la gente que consigue sobreponerse a ella; desde el aviador que de pronto siente pánico de aterrizar o la mujer que contempla impasible cómo muere un padre al que está conociendo en ese instante hasta los policías corruptos o los asesinos que se comen el corazón de sus víctimas para apropiarse de su fuerza.

Falsa calma hace honor a su título: bajo la superficie aparentemente tranquila del paisaje patagónico y de los rostros de quienes la habitan hay emociones contenidas, deseos que a veces no pueden contenerse por más tiempo, recuerdos difíciles de creer, ganas de huir y, sobre todo, muchas cosas que ocultar.