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¿Cuándo se jodió Venezuela?
Raúl Gallegos
11 noviembre, 2016 01:00
Venezuela hace agua por todos lados. A la actual crisis política, de final más que incierto, hay que sumar las crisis económica y social que vive el país y que tiene en vilo a la mayoría de la sociedad. Esto ha provocado que de los altos índices de aprobación del chavismo, que le permitían ganar unas elecciones tras otras, hayamos pasado a una situación caracterizada por el temor reverencial del poder a consultar al soberano. No sólo se han postergado las elecciones regionales a finales del primer semestre de 2017, sino también y de manera inconstitucional se ha decidido paralizar el referéndum revocatorio que de salir adelante hubiera supuesto la salida irremediable de Maduro de la presidencia.
En buena medida, los síntomas de la crisis económica son los que permiten explicar parte de lo que ocurre en Venezuela. La alta inflación, la mayor del mundo, golpea de un modo inmisericorde a los sectores populares, que cuentan con herramientas limitadas para enfrentarse al fenómeno. Pero no sólo eso. Al elevado endeudamiento público, que terminará pasando al país su enorme factura, hay que agregar un pavoroso desabastecimiento, comenzando por los productos básicos para el consumo personal, y continuando por cualquier mercancía de demanda masiva, como ruedas y baterías para automóviles.
Este libro tiene un subtítulo más que sugerente: Sobre cómo el país con las reservas petroleras más ricas del mundo acabó sumido en la ruina, otra vez. Detrás de esta afirmación está la forma en que la llamada maldición de los recursos naturales, o "enfermedad holandesa", ha condicionado la evolución productiva venezolana y distorsionó su economía. Los efectos negativos de esta maldición no son un producto exclusivo del chavismo. Venezuela ha conocido a lo largo de su historia los efectos negativos de la mala gestión de los enormes excedentes petroleros.
El régimen bolivariano ha llegado al límite de la mala gestión y de la incompetencia, siendo Nicolás Maduro su mayor exponente. Sin embargo, como prueba Gallegos (El Salvador, 1973) de forma reiterada, todo lo que ahora pasa desde una perspectiva puramente económica hunde sus raíces en los gobiernos de Hugo Chávez. Algunas de las medidas por él impuestas, como las limitaciones a la compra de divisas o el control de precios, ya fueron ensayadas en presidencias anteriores. Otras fueron originales, como el desmantelamiento de PDVSA (Petróleos de Venezuela) y su reconversión en una potente maquinaria política y clientelística. Pero, unas y otras son responsables del calamitoso estado de la economía nacional y de la corrupción generalizada que la acompaña.
Raúl Gallegos ha sido corresponsal extranjero en Caracas, donde permaneció cinco años y es un excelente conocedor del país. Su libro es una extensa crónica sobre el funcionamiento de la economía venezolana y sus principales debilidades y se nutre de ese conocimiento previo. Los mejores pasajes son precisamente aquellos en que Gallegos, con la precisión de un entomólogo, disecciona los cadáveres del sistema económico local. A través de ricas descripciones el lector puede comprender cómo funciona la lógica económica del régimen y cómo las medidas adoptadas conducen al país al desastre.
Pese a su riqueza el libro tiene algunas limitaciones, como las excesivas repeticiones, producto de la narrativa periodística que lo sostiene. Así, el capítulo más flojo es el tercero, que intenta ser una breve historia del sector petrolero venezolano. Si bien presenta datos de interés y reconstruye la evolución del sector desde el descubrimiento de los primeros yacimientos, su visión hubiera requerido una mayor profundidad. Habría también algunos detalles que cuidar como lo de llamar Alemania del Este a la Alemania Federal (pp. 110 y 124).
Así y todo, Raúl Gallegos nos introduce de lleno en la realidad venezolana y transmite de primera mano las dificultades que atraviesan los venezolanos de a pie de forma cotidiana para sobrevivir. Sus andanzas con el tipo de cambio (hay tres tipos oficiales más el mercado negro) hacen de la relación dólar/bolívar un permanente vía crucis por la supervivencia. Precisamente, ¿Cuándo se jodió Venezuela? gana cuando el autor se dedica a contarnos lo que ve y lo que vive, y también cómo lo vive.
En buena medida, los síntomas de la crisis económica son los que permiten explicar parte de lo que ocurre en Venezuela. La alta inflación, la mayor del mundo, golpea de un modo inmisericorde a los sectores populares, que cuentan con herramientas limitadas para enfrentarse al fenómeno. Pero no sólo eso. Al elevado endeudamiento público, que terminará pasando al país su enorme factura, hay que agregar un pavoroso desabastecimiento, comenzando por los productos básicos para el consumo personal, y continuando por cualquier mercancía de demanda masiva, como ruedas y baterías para automóviles.
Este libro tiene un subtítulo más que sugerente: Sobre cómo el país con las reservas petroleras más ricas del mundo acabó sumido en la ruina, otra vez. Detrás de esta afirmación está la forma en que la llamada maldición de los recursos naturales, o "enfermedad holandesa", ha condicionado la evolución productiva venezolana y distorsionó su economía. Los efectos negativos de esta maldición no son un producto exclusivo del chavismo. Venezuela ha conocido a lo largo de su historia los efectos negativos de la mala gestión de los enormes excedentes petroleros.
El régimen bolivariano ha llegado al límite de la mala gestión y de la incompetencia, siendo Nicolás Maduro su mayor exponente. Sin embargo, como prueba Gallegos (El Salvador, 1973) de forma reiterada, todo lo que ahora pasa desde una perspectiva puramente económica hunde sus raíces en los gobiernos de Hugo Chávez. Algunas de las medidas por él impuestas, como las limitaciones a la compra de divisas o el control de precios, ya fueron ensayadas en presidencias anteriores. Otras fueron originales, como el desmantelamiento de PDVSA (Petróleos de Venezuela) y su reconversión en una potente maquinaria política y clientelística. Pero, unas y otras son responsables del calamitoso estado de la economía nacional y de la corrupción generalizada que la acompaña.
Raúl Gallegos ha sido corresponsal extranjero en Caracas, donde permaneció cinco años y es un excelente conocedor del país. Su libro es una extensa crónica sobre el funcionamiento de la economía venezolana y sus principales debilidades y se nutre de ese conocimiento previo. Los mejores pasajes son precisamente aquellos en que Gallegos, con la precisión de un entomólogo, disecciona los cadáveres del sistema económico local. A través de ricas descripciones el lector puede comprender cómo funciona la lógica económica del régimen y cómo las medidas adoptadas conducen al país al desastre.
Pese a su riqueza el libro tiene algunas limitaciones, como las excesivas repeticiones, producto de la narrativa periodística que lo sostiene. Así, el capítulo más flojo es el tercero, que intenta ser una breve historia del sector petrolero venezolano. Si bien presenta datos de interés y reconstruye la evolución del sector desde el descubrimiento de los primeros yacimientos, su visión hubiera requerido una mayor profundidad. Habría también algunos detalles que cuidar como lo de llamar Alemania del Este a la Alemania Federal (pp. 110 y 124).
Así y todo, Raúl Gallegos nos introduce de lleno en la realidad venezolana y transmite de primera mano las dificultades que atraviesan los venezolanos de a pie de forma cotidiana para sobrevivir. Sus andanzas con el tipo de cambio (hay tres tipos oficiales más el mercado negro) hacen de la relación dólar/bolívar un permanente vía crucis por la supervivencia. Precisamente, ¿Cuándo se jodió Venezuela? gana cuando el autor se dedica a contarnos lo que ve y lo que vive, y también cómo lo vive.
