Image: Sol negro. Depresión y melancolía

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Ensayo

Sol negro. Depresión y melancolía

Julia Kristeva

20 octubre, 2017 02:00

Julia Kristeva

Traducción de Mariela Sánchez Urdaneta. Wunderkammer. Barcelona, 2017. 205 páginas. 23'90€

Julia Kristeva (1941) nació en Bulgaria pero se formó como intelectual en Francia. Filósofa, feminista, psicoanalista y lingüista, su ensayo Sol negro. Depresión y melancolía está en las antípodas de ser un manual de autoayuda; sin embargo, la obra apuesta por entender la literatura y el arte como instrumentos capaces de aliviar el malestar del hombre posmoderno.

La editorial Wunderkammer ha querido celebrar el trigésimo aniversario de su publicación con una reedición que, como todos sus libros, es un objeto pequeño y delicado. Pero más allá de su condición de objeto-fetiche, la cuestión es que comparto con su editora, Elisabet Riera, la idea de que se trata de un texto plenamente vigente para el lector del siglo XXI y que por eso vale la pena rescatarlo.

El desasosiego del individuo posmoderno en el siglo XX lleva el nombre de Hiroshima: Kristeva lo convierte en símbolo del fracaso de la historia entendida como progreso, en emblema de las barbaries cometidas en nombre de los grandes ideales. El melancólico del siglo XXI ha salido de este shock, es cierto, pero es un sujeto desvinculado del sentido histórico, desheredado y autoexiliado de su propio tiempo. Si el individuo del siglo XX se caracterizó por ser un sujeto inestable y melancólico, encerrado en el horror de su propia historia, el sujeto del siglo XXI esconde su irrelevancia tras la carcajada estéril, más allá de la melancolía posmoderna.

En este contexto, la reedición de Sol negro sirve para recuperar una idea genial y en apariencia muy simple: el lenguaje, en tanto que sistema simbólico compartido, es el principal anclaje de los individuos con el mundo y con el prójimo. Kristeva ensaya, desde esta perspectiva, una posible solución: hay que renunciar a la idea de melancolía como enfermedad y comprenderla como punto de partida para la elaboración del pensamiento. Por eso, considera fundamental liberar el lenguaje de la banalidad en la que está instalado y restituirlo como instrumento ético capaz de atravesar los cuerpos doloridos, capaz de desactivar la soledad esencial del melancólico. Sol negro apuesta por la literatura como espacio de encuentro y de compromiso con uno mismo, pero también con los otros.

En su reivindicación de la literatura como ejercicio de responsabilidad compartida, Kristeva, de la mano de Duras, Dostoyevski y Nerval, nos enseña cómo la experiencia estética puede servir para transformar el vacío melancólico en una oportunidad para la redención del hombre. Frente al horror, al solipsismo y al relativismo posmoderno la autora opone las palabras ciertas y dolientes de estos grandes escritores; la intención no es otra que contribuir a que el individuo melancólico pueda realizar una relectura de sí mismo y de la historia que posibilite el perdón y la reconstrucción de sus vínculos con el mundo. Tal vez así, bajo la luz temblorosa del Sol negro de Kristeva, la literatura consiga salvarnos de la incertidumbre del presente y restituirnos como sujetos históricos.