Ensayo

Yo tuve un sueño

Juan Pablo Villalobos

30 noviembre, 2018 01:00

Migrantes hondureños en el tren "la bestia" viajando hacia EE.UU.

Anagrama. Barcelona, 2018. 152 páginas. 16,90 €. Ebook: 9,99 €

Las migraciones son una causa creciente de malestar en todo el mundo, tanto en las sociedades que las originan como en las que las reciben. Estados Unidos es un caso especial por el enorme poder de atracción que supone el "sueño americano". Hasta la llegada de Trump a la Casa Blanca se trataba de un enorme problema, pero el país era consciente de sus raíces y de cómo el famoso melting pot estaba en los orígenes de su despegue como gran nación.

La propuesta de construir un muro en su frontera sur, lindera con México, afecta directamente a la principal vía de ingreso de inmigrantes irregulares o sin papeles, comunmente llamados ilegales. Durante mucho tiempo eran mexicanos los que de forma mayoritaria cruzaban al otro lado para encontrar una vida mejor en el "vecino del norte". Hoy los centroamericanos han tomado parte del relevo, ya que a consecuencia del crecimiento de la economía mexicana el flujo migratorio se ha frenado.

Un caso particular es el de los menores que viajan solos, intentando reunirse con algún familiar en Estados Unidos. Este es el núcleo del libro de Juan Pablo Villalobos (México, 1973), que a través de una serie de relatos personalizados, producto de entrevistas previas, da cuenta de los enormes desafíos y problemas que tienen estos niños y adolescentes para llegar a su destino. En estos momentos, con la columna de miles de emigrantes centroamericanos que pugna por entrar a Estados Unidos y las rotundas amenazas vertidas por Trump, la lectura de este texto resulta imprescindible.

Derecha:

Subyace en el libro el miedo a lo que se deja atrás (violencia, pobreza y extorsión) y a la travesía

El libro está maravillosamente narrado, como no podía ser menos viniendo de un excelente novelista, y tiene un ritmo tan intenso que rápidamente atrapa al lector. Con todo, es importante señalar que Villalobos se limita aquí a transmitirnos algunos casos exitosos. Los que pueden contarlo son los que han sabido llegar, los que han esquivado, indemnes o con algunas magulladuras (fracturas, robos o incluso violaciones), las mil y una pruebas de la salida de sus países, la larga travesía a través de México, las penurias del desierto y el cruce de la frontera. Y así como muchos pueden contarlo, otros tantos deben regresar o mueren en el intento.

Estos niños y adolescentes que escapan de su destino provienen mayoritariamente del llamado Triángulo Norte de América Central: El Salvador, Honduras y Guatemala, tres países signados por la violencia de las maras (pandillas juveniles), el narcotráfico, la extorsión y la pobreza y que encabezan la lista de países con más homicidios por cada 100.000 habitantes.

Es evidente que el atractivo de Estados Unidos es muy poderoso. Como hace decir Villalobos a uno de sus protagonistas: "hay mucha gente que viene con niños chiquitos, hay niños pequeños que se atreven a venirse acá, a cruzar el desierto que es muy difícil, hay niños que hasta vienen solos y mujeres embarazadas que están a punto de que nazcan sus hijos".

La pregunta que subyace a través de todo el libro gira en torno a las pesadillas, al miedo y al espanto de lo que se deja atrás, de aquello conocido, frente al horror que suscita la travesía. Y es evidente que cualquier precio a pagar es preferible si la recompensa es establecerse en Estados Unidos. Los niveles de violencia y de hostigamiento personal de las sociedades del Triángulo Norte son tan elevados que justifican en buena medida este éxodo, un éxodo que en nuestros días se repite una vez más y de forma realmente dramática.

Es cierto que del otro lado del muro (real o imaginario) las dificultades son ingentes y las garantías (físicas y legales) escasas, pero así y todo el viaje vale la pena. El premio, una vida más o menos ordenada, vivienda, educación, es sumamente atractivo. Sin embargo, hay un interrogante sin responder relacionado con las rutas migratorias que siguen aquellos otros que escapan del régimen de Maduro. Es verdad que algunos van a Estados Unidos, pero muchos otros, muchos más, se reparten por los más diversos países de América del Sur, algo que no ocurre en el éxodo centroamericano. La gran duda es por qué pasa esto, más allá del poderoso imán que suponen las cadenas migratorias.

@CarlosMalamud