Image: Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos

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Ensayo

Compórtate. La biología que hay detrás de nuestros mejores y peores comportamientos

Robert Sapolsky

15 marzo, 2019 01:00

Robert Sapolsky. Foto: Stanford University

Traducción de Pedro Pacheco. Capitán Swing. Madrid, 2018. 984 páginas. 35 €

Sapolsky (Brooklyn, 1957) pertenece a ese selecto club de grandes profesores de ciencia de los que tal vez no hubiéramos llegado a saber nada, fuera de la universidad, de no ser por las nuevas tecnologías. De hecho, el ascenso a la popularidad de este profesor de neurociencia y biología le debe mucho a su decisión de poner a disposición del público, a través de YouTube, hasta 25 clases de su curso sobre "Biología cultural humana" el año 2010. El libro que ahora se publica en español, Compórtate, actualiza y ordena algunas de las principales enseñanzas para un público global. Aunque Sapolsky es autor de más libros sobre ciencia popular, esta es sin duda su obra más ambiciosa intentando desentrañar la compleja historia de la conducta humana. Richard Wrangham -otro estudioso de la agresividad humana- lo considera "el manual que nos hubiera gustado tener en el colegio" y, sí, fue uno de los libros científicos del año, según el Wall Street Journal.

El objetivo de la obra no podría ser más osado, pues el sabio de Stanford intenta dar cuenta de las razones de la conducta humana, en la intersección entre el ambiente y los cerebros, nada menos que desde "un segundo antes" de que esta se produzca, hasta minutos, días, meses, siglos y milenios antes. Tras este algo tortuoso viaje de las moléculas al comportamiento el lector no se encuentra con ninguna gran o única idea capaz de explicar de una vez por todas cómo nos comportamos en realidad. La conclusión general más bien es que estamos ante algo extremadamente "complicado". Desde el rol de hormonas como la testosterona en la violencia, o la oxitocina en la conducta social, a la localización de las motivaciones y conductas dentro del cerebro adulto, pasando por las intrincadas estimaciones de la heredabilidad genética, parece siempre existir la tentación cultural de crear relatos ideológicamente atractivos pero científicamente simplificados -apunta Sapolksy-.

El autor intenta dar cuenta de las razones de la conducta humana, en la intersección entre el ambiente y los cerebros

Nuestro autor es un biólogo comportamental agudo, de prosa divertida (¿cómo olvidar los buenos ratos de Memorias de un primate?), pero no exenta de prejuicios generacionales. Como buen pacifista setentero, desconfía del determinismo genético y enfatiza el rol del ambiente en la agresión y la guerra, que remonta hasta el origen de la agricultura, poniendo de paso en duda algunas estimaciones de Steven Pinker sobre el descenso de la violencia debido a la civilización. Cuestiona el rol del gen MAO-A, el pretendido "gen guerrero", y enfatiza el rol de los acontecimientos sociales en los comportamientos violentos: ¿sabían que la frustración por la derrota en el fútbol, por no mencionar las recesiones económicas, incrementan la violencia machista?

Otro asunto insuficientemente conocido que aborda Sapolsky es la agresión femenina, apenas estudiada por los mismos biólogos evolucionistas antes de los años setenta. Un olvido difícil de justificar, habida cuenta de que las hembras del reino animal son muy capaces de incrementar su "eficacia biológica" (es decir, la probabilidad de que su parentela sobreviva) compitiendo agresivamente por los recursos y hostigando a sus compañeras. Hay incluso especies, como la hiena manchada, donde el rol del macho agresivo y la hembra dominante se invierte. En el caso del primate humano, las hembras no dejan de emplear estrategias agresivas, aunque siguiendo un patrón de sexo algo diferente al masculino, como subrayó recientemente la joven psicóloga Marta Iglesias en el foro Euromind del parlamento europeo: las mujeres tienden a emplear una agresividad más indirecta, y dirigida, más bien contra otras mujeres.

Hacia el fin del libro, Sapolsky intenta aplicar algo de este marco científico al inacabable debate sobre libre albedrío, responsabilidad y sistema penal. El autor considera que un mayor conocimiento científico debilitará la "mentalidad de castigo" aún presente en nuestro sistema penal. Quizás las generaciones futuras contemplen nuestro actual sistema penal como vemos ahora el remedio medieval de las sanguijuelas. A la vez se muestra algo escéptico con la pretensión de erradicar toda noción de libre albedrío: "Puede que nunca sea posible vernos a nosotros mismos como la suma de nuestra biología", sentencia, dejando una puerta abierta al carácter benigno de nuestras creencias tradicionales.