Kokinos. Madrid, 2009. 36 páginas, 14 euros. (A partir de 5 años)
Cuando los niños todavía no han adquirido cierto sentido de lo temporal, cualquier cambio supone una amenaza a la estabilidad de su mundo, una incertidumbre de la que se defienden con un apego hacia todas las cosas que a veces choca con la incomprensión de los adultos. En ese punto sensible media Gabriela Keselman con una acentuada sensibilidad, agudeza y sentido del humor. Valiéndose de las situaciones cotidianas que afectan a la protagonista y con palabras sencillas convence a los pequeños de que asumir los cambios forma parte de crecer, y de que abrirse a disfrutar de lo que viene es lo más positivo en la vida.
La disposición del texto es clave: plantea el conflicto en dos páginas enfrentadas y al pasar página, la imagen, sin palabras, conduce a deducir la conclusión. Al repetirse este esquema, como un cadencioso juego, el mensaje va calando sin ser notado. Aliadas con el texto, las ilustraciones brindan un rojo vitalista y vibrante que contrasta con el blanco y los rotundos trazos en negro.
Un álbum para dar cauce a las emociones y cimiento a la personalidad que le sabrá mejor al niño compartido con un adulto.