La pequeña protagonista de este divertido álbum se pasa las páginas lamentándose de toda la retahíla de prohibiciones que le imponen los mayores. A ella le gustaría poder sacar la lengua como el camaleón o meterse el dedo en la nariz al igual que los monos del zoo. Entonces, su tronchante gesto cariacontecido va apoderándose de todas las escenas, mientras somos testigos de cómo estos animales invocados disfrutan de libertad para hacer aquello que les viene en gana: revolcarse en el barro, como el jabalí, e incluso soltar algún eructo, como su fastidioso hermano pequeño. Por ello, el punto culminante de la estructura acumulativa será la invitación al lector para que desate su faceta más gamberra imitando a todos estos animales envidiados frente al espejo de la última página.