La forma y la palabra. Muñoz Quirós y José Antonio Elvira
Cada vez creo menos en la cantidad y más en la calidad. Con un puñado de versos, San Juan de la Cruz está instalado en la cumbre de la poesía en lengua española, en esa noche oscura del alma que juntó al amado con la amada, amada en el amado transformada. En los poetas torrenciales suele haber mucha paja que oscurece el grano. Claudio Rodríguez, sin embargo, tal vez porque murió joven, dejó una obra esencial recreada en el don de la ebriedad como Omar Kheyyam o Li Tai-pe.
Recibo un libro diminuto que me ha impresionado. Se titula Forma y palabra. Un poeta de reconocido aliento lírico, José María Muñoz Quirós, ha escrito un poema a cada una de las catorce esculturas de José Antonio Elvira. Lo breve, aquí sí, si breve dos veces bueno. La Atenea de hierro brota del sueño de los dioses. Se escucha en la escultura su gemido de trueno enajenado. En el cuerpo fértil del Minotauro la sangre derrama el destino del hombre, con la dulce compañía de una sombra y la caricia furtiva de la lluvia.
José Antonio Elvira nos devuelve en hierro los garrotazos de Goya. Es para Muñoz Quirós el ajuste de una desmesura porque la razón no está en la fuerza: la victoria se alcanza cuando el golpe se transforma en flor. Parece la consumación de la aventura de la Vía Láctea. Es el cansancio de la luz antes de amanecer en el brocal de un cielo que ha escapado a los brazos desnudos del camino, y se convierte en marchita flor de nieve encendiéndose al viento interrogante.
El escultor ofrece al poeta el cuerpo enjuto de la mujer trabajando la tierra con el niño colgado a la espalda y Muñoz Quirós escribe que es la fuente donde enmudece el agua. Entre tanto, el guerrero massai se alza en medio del laberinto oscuro de la vida para habitar la insólita palabra del olvido. Escultor y poeta se fugan con el dolor del mundo porque es difícil vivir tanta desolada amargura, y el tránsito breve se siente en el tiempo del sueño y del silencio.
Aparece de pronto Federico García Lorca con su caliente voz de hielo y el poeta canta a la moscófora, portadora del ternero, que palpita de hierros y oquedades y que vive en la oculta mirada de los lobos, mientras las lágrimas del frío resbalan cuando alguien rastrea desesperadamente en el Ática, camino del monte Himeto, entre el rumor del miedo, las entrañas azules de la tarde. Emana, en fin, del jardín de las nieblas, la montaña herida y el mosaico de las estrellas, la desnuda muchacha acribillada y la forma primera de la muerte.
El diálogo entre el escultor y el poeta, entre la forma y la palabra, vertebra este pequeño libro en el que se engrandece el arte. Para mí ha sido un descubrimiento y me siento en deuda ante tanta belleza derramada, con remembranza a la sangre sin fin de los sonetos del amor oscuro, al aliento de Neruda que cortó jacintos para el lecho de la amada, y rosas. Forma y palabra es un libro donde la belleza y el arte se abrazan en las condensaciones de tiempo que hacían gemir al Azorín anciano.
ZIGZAG
Nada más difícil que consolidar un periódico en la vida ciudadana. El problema no es de ahora, con el mundo digital y los tirones de internet. Viene de lejos y es cuestión de calidad. En el reinado de Juan Carlos I han cerrado en Madrid, al menos que yo recuerde, 16 periódicos en papel: El Alcázar, Arriba, Pueblo, Informaciones, Ya, El Imparcial, Todo, Libre, Liberación, El Independiente, Claro, El Sol, La Tarde de Madrid, La Información de Madrid, Diario 16 y Público. La crisis económica zarandea desde hace dos años a los principales diarios españoles. El derrumbe de la publicidad acongoja. Sin embargo, sobrevivirán los que mantengan la calidad y el interés para los lectores.