Novela

Hija de la fortuna

Isabel Allende

14 febrero, 1999 01:00

Plaza & Janés. Barcelona, 1999. 429 páginas, 3.250 ptas.

Excelente la dramática narración de la travesía como polizonte de la protagonista. La novela deleitará a un público mayoritario

A lgunos rasgos quedan de aquella La casa de los espíritus, publicada en 1982, que lanzó a la fama a Isabel Allende, en la presente Hija de la fortuna, pese a sus notables diferencias. ésta debería clasificarse como una novela "de aventuras", si es que este improbable subgénero fuese aceptado por la crítica. Su trama rectilíneo, de ribetes folletinescos, y el uso de una controlada y fértil imaginación creadora, permitiría situarla también entre las "de ambiente", que no costumbrista, y de hecho, como histórica, ya que su acción discurre entre 1843 y 1853 en lugares tan exóticos, entonces, como Valparaíso y San Francisco. Suma, por consiguiente, fórmulas que no resultan contradictorias y mantiene eficazmente la atención del lector.
Isabel Allende ha elegido la figura de una mujer que vive intensamente un amor romántico y descabellado, que la llevará desde su tierra de origen, Chile, hasta un San Francisco que atraviesa la "fiebre del oro" y aún más allá, sola, hasta los recónditos parajes donde los mineros sufren toda suerte de calamidades. Su amante acabará confundiéndose con la figura de Joaquín Murrieta, tratada ya con éxito por Neruda. Allende se muestra capaz de trasladarnos a espacios y ámbitos sociales distintos, desde la burguesía anglo-chilena en Valparaíso, representada por la familia de Eliza Sommers hasta los barrios míseros de su amante Joaquín Andieta, un joven atraído por las ideas revolucionarias, personaje fugaz, aunque clave, que acabará buscando fortuna en los EE.UU. Pero los elementos con los que se elabora la narración, tienen mucho de folletinesco: Eliza fue descubierta, recién nacida, a la puerta del domicilio de los Sommers, quienes la cuidarán como una hija, y Rose, quien vela por ella como una madre, viajará a San Francisco para encontrarla.
Los amores desgraciados de Rose y del tenor vienés Karl Bretzner mantienen asimismo la exaltación romántica y la búsqueda de una sexualidad refinada. No en vano habría sido el amante de una de las mujeres del marqués de Sade. Esta exaltación amorosa -el tono exagerado de la novela constituye uno de los rasgos característicos del ya desmayado "realismo mágico"- sugiere un romanticismo extremado, aliado al exotismo de países, personajes y costumbres. La novela, por otra parte, se organiza a través de encuentros casuales entre los personajes: el antiguo pretendiente de Rose, tras ser acusado de estafar a la iglesia protestante (llegó como falso misionero), se verá obligado a regresar a Inglaterra; pero, reclamado en los EE.UU. por un fiel amigo, será quien elabore la leyenda de Murrieta. Uno de los hermanos Sommers (en realidad el padre de aquella niña) le encargará que la busque, pero será ella quien acudirá a su oficina en el periódico para reclamar información sobre el bandido y será reconocida. La trama se conforma y se hilvana como el complicado tapiz que pretende representar. Isabel Allende no se centra sólo en el tiempo histórico del relato sino que sitúa a cada uno de los variados personajes en su circunstancia y analiza los aledaños de su vida. Abundan los saltos atrás, las incursiones en tiempos y lugares diversos. Ello sucede, incluso, cuando aparece la decisiva figura de Tao Chi’En. Nos describe su infancia desgraciada en China, sus aventuras ante el asalto de unos bandidos, su venta al maestro chino que habrá de revelarle los secretos de la medicina oriental, su viaje a Hong Kong y su paso por Valparaíso, donde conocerá a Eliza, cuando ya pretende embarcar tras el rastro de Joaquín. Su vida y la de la muchacha no volverán a separarse y finalizará en un auténtico y pacífico amor. Pero la juventud de Eliza ha de permitirle abandonar el país disfrazada de hombre. Allende recupera de este modo una tradición que debe remontarse al teatro español del Siglo de Oro y a la literatura popular. Así, considerado como mozalbete, descubrirá y convivirá, ya en los EE.UU., con los personajes del prostíbulo de Joe Rompehuesos, "una fornida holandesa de Pennsylvania, quien encontró su destino en la inmensidad del Oeste".
Allende adorna los variados ambientes con detalles fantásticos. Alrededor de Eliza brillan siempre los dones de la belleza, del valor, de la sensibilidad. Aprende, de niña, los secretos indígenas a través de su aya: especialmente el arte culinario. No en vano la autora estaría reuniendo materiales al escribir esta novela para su Afrodita. La cultura británica trasplantada en Chile, representada por la familia Sommers y sus amigos, constituye otro núcleo fundamental del relato. Pero cabe destacar unas complejas relaciones que suponen la complementariedad de la cultura oriental e hispanoamericana. Nos encontramos ante un criollismo en el que se valora la permeabilidad de la constitución de California, recién conquistada por los EE.UU., aunque sin disimular las represiones de los anglosajones contra indios, mexicanos e hispanos en un territorio sin ley. A diferencia del folletín, las diferentes posibilidades de reencuentros finales permanecerán abiertas. Resulta evidente la perspectiva femenina: excelente la dramática narración de la travesía como polizonte, en un barco velero, de la muchacha, cuidada por el todavía desconocido Tao Chi’En. El estilo ha sido especialmente cuidado. La escritora chilena se caracteriza por su precisa y poética adjetivación. Hija de la fortuna deleitará a un público mayoritario.