Novela

Saber vivir

Javier Sádaba

7 marzo, 1999 01:00

Ediciones Libertarias. Madrid, 1998. 212 páginas, 1.100 pesetas

En 1984 apareció en una editorial madrileña, pequeña y con fuste de "izquierdas" un libro que tuvo un éxito magnífico, inesperado, impropio de un libro de ensayo escrito por un catedrático de ética y Filosofía de la Religión. De Saber vivir se vendieron miles de ejemplares, quizá 50.000 copias, y su autor, Javier Sádaba (Portugalete, 1941), fue requerido aquí y allá para dar conferencias, charlas y seminarios. El acierto del título, la facilidad de comunicación del autor y el momento histórico -con un PSOE eufórico en el poder- contribuyeron a difundir un texto que encajaba muy bien con la "movida madrileña" y con buena parte de la sensibilidad de la época.
Casi quince años después Ediciones Libertarias vuelve a editar el mismo libro añadiendo, en primer lugar, el subtítulo Análisis y gozo de la vida cotidiana que, dicho sea de paso, no guarda relación con el contenido de un volumen más bien de tonalidad sombría en el que, por señalar un timbre, se justifica el suicidio, y, además, una introducción de 14 páginas escrita en octubre de 1998. En ella hace un juego de espejos ante el cual el lector, situado frente a tres supuestos, puede perder la perspectiva temporal en relación con el contenido del libro. Con escritura fácil y suelta, establece los tres puntos que soportan el plano desde el que hay que asomarse a su texto: la transición política, el hundimiento de la URSS y la globalización económica.
En los once capítulos de Saber vivir la preocupación religiosa asoma de continuo. Comienza por analizar la noción de dogma para deslizarse después al estudio del dogmatismo y la alienación. Desde ahí va saltando a otros asuntos como el de la relación entre la política y la teología, sin olvidar el ateísmo, la función de las utopías o la violencia en la vida cotidiana. Lo que debería dar unidad a este breviario, en lo que tiene de dispersión temática y de recurrencia a la reflexión moral, es la insistencia constante en la idea de vida cotidiana concebida no ya como espacio de la intimidad sino como lugar público de compromiso moral. Dicho de otro modo, muchos derechos colectivos y pocas libertades individuales, postulado que desde los albores de la Revolución francesa viene siendo muy discutido cuando no rechazado o entendido de modo opuesto.