La escritora Mayra Montero. Foto: Bernardo de Niz

La escritora Mayra Montero. Foto: Bernardo de Niz

Novela

'La tarde que Bobby no bajó a jugar', una novela romántica y de aventuras en La Habana de la dictadura

La escritora cubana Mayra Montero firma una novela amena, seria y vitalista, en la que reconstruye la visita del ajedrecista Bobby Fischer a Cuba.

16 julio, 2024 02:15

Los libreros dudarán al decidir en qué sección colocan La tarde que Bobby no bajó a jugar. Podrán ubicarla en el apartado de novelas de aventuras o en el de novelas de amor. Incluso puede acomodarse entre la novela histórica. Estos tres elementos constituyen los hilos separables aunque relacionados con que Mayra Montero (La Habana, 1952) teje la tela de su nueva obra.

La tarde que Bobby no bajó a jugar

Mayra Montero

Tusquets, 2024. 285 páginas. 19,90€

Dos historias distintas ubicadas en tiempos diferentes cuenta la escritora cubana exilada en Puerto Rico desde los veinte años. Una se remonta al final de la dictadura del general Fulgencio Batista y refiere cómo Mario, un pusilánime aficionado al ajedrez, se trastorna de amor por la madre de Bobby Fischer, adolescente promesa norteamericana a quien la mujer ha acompañado a La Habana para participar en un concurso.

La otra trama se emplaza en el mismo lugar, La Habana, pero un decenio después y ya con la revolución en el poder. Una niña de trece años, Miriam, se compromete a obtener un autógrafo del famoso ajedrecista norteamericano, de nuevo en la isla para participar en un torneo mundial, a cambio del cual ella y sus amigas conseguirán un anhelado disco de los Beatles.

El duro episodio, que acaso escandalice a los prosélitos de la corrección política de ahora, genera una pasión frenética de la chica por el estrafalario campeón que la marcará decisivamente para el resto de sus días. Delgados nexos vinculan las dos peripecias y las enlazan hasta el presente, el año 2008 en que el ajedrecista afamado y polémico murió.

Mayra Montero presenta ambas historias en breves capítulos alternantes que desarrollan de forma dinámica el bucle de dichos asuntos. Quizás lo que menos llame la atención sea el relevante testimonio de época. En menor medida, el convulso final de la dictadura de Batista.

Con gran importancia, la arbitrariedad autoritaria del régimen de Fidel Castro, recreado en páginas documentales, tan escuetas como impactantes y demoledoras, cargadas de emotividad. Y, con un alcance de mucha amplitud, la atmósfera política generalizada de la Guerra Fría que llega al libro con agentes secretos y complós, lo cual le añade un buen aliciente de intriga.

Todo esto basta para perfumar la historia con la fragancia de la aventura, a lo cual deben añadirse las duras vicisitudes de los “gusanos” que anhelan en Cuba “la salida”, huir de la tiranía revolucionaria.

La autora de origen cubano no pregona un pesimismo completo, en el fondo de esta novela late un aliento vitalista

En semejante marco se inscribe el meollo de La tarde que Bobby no bajó a jugar, ambas historias de amor. En ellas recurre Montero a los recursos psicologistas clásicos que despliega con fuerza imaginativa sobre los personajes principales señalados y sobre otro amplio número.

De este modo, la obra alcanza la dimensión de holgado fresco de nuestros íntimos sentimientos donde se recrea o aboceta un excelente repertorio de caracteres distintos. De tal galería de tipos se desprende un deprimente muestrario del alma. Egoísmos, intolerancia, instintos agresivos, por una parte. Por otra, fiascos, desilusión, anemia espiritual. Dentro de ese oscuro retrato de nuestra naturaleza, el motivo principal del libro, el amor, o, por mejor decir, la pasión, apenas tiene recorrido y desemboca en frustración.

Mayra Montero muestra con auténtica garra narrativa su fracaso y el de todos los ideales y quimeras. Sin embargo, la autora de origen cubano no pregona un pesimismo completo. En el fondo de esta novela amena y seria late un aliento vitalista: la vida debe vivirse. Lo que dice Mario a Miriam podría tomarse de hecho por una tesis: “no te hagas mayor sin tener historias que contar”.