Novela

Bajarás al reino de la Tierra

José Luis Ferris

2 mayo, 1999 02:00

Premio Azorín 1999. Planeta. Barcelona, 1999. 244 páginas, 2.200 pesetas

El esquema policíaco ha contribuido a crear suspensión e intriga en una novela que se lee con interés y de un tirón

José Luis Ferris (Alicante, 1960) ha cultivado varios campos de la creación y la crítica literarias. En los años ochenta, como poeta, ganó el premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana y fue finalista del Adonais. En los noventa sacó a la luz algunos cuentos infantiles. En este tiempo publicó muchos artículos de crítica literaria en diarios y revistas, además de estudios sobre autores valencianos del siglo XX. Con Bajarás al reino de la tierra obtuvo el premio Azorín 1999. Y así este escritor alicantino, que estudió en Salamanca, ha entrado con fortuna en el género literario seguido por más lectores.
Bajarás al reino de la tierra adopta el modelo de la novela policiaca para llevar a cabo una reflexión sobre la vida y la literatura en el sórdido mundo de la provincia española durante la posguerra. La ciudad en que todo transcurre es Salamanca, con una geografía urbana reconocible. En el río Tormes, junto a su puente romano, en la madrugada del 17 de enero de 1957 aparece el cadáver de un hombre joven. Tras este comienzo in medias res, se produce una larga retrospección temporal con varias analepsis o vueltas atrás en su linealidad para ir completando la historia que permita resolver el caso. Tres son los ejes principales. El primero está representado en el protagonista: Gonzalo Beltrán, un joven licenciado que va a pasar unos meses en Salamanca con vistas a terminar su tesis doctoral y al mismo tiempo liberarse de la pesada tutela familiar exigida por su cardiopatía. Por su vida universitaria Beltrán entra en contacto con el profesor Cabrera, huérfano de padre republicano y que ha tenido que trabajar duro para alcanzar su situación académica. Ahora está involucrado en actividades clandestinas de la naciente contestación universitaria frente al franquismo que todo lo ha invadido. De su pasado procede el tercer eje por el que se mueve esta historia: Alicia Villalva, una mujer casada que quiere curar su soledad mediante unas clases de francés en un colegio salmantino. Y entre todos ellos, enturbiando la información y la vida más sórdida de la ciudad en tiempos tan oscuros, anda un alucinado periodista cuya fascinación por la muerte arrastra su desequilibrio hasta la degradación moral y la violencia patológica.
En cuanto asunto de investigación policiaca, todo acaba resolviéndose en los términos más o menos esperables, sin que haya sorpresas en ninguno de los casos planteados. Ciertos signos hacen prever, quizás con excesiva nitidez, el esclarecimiento final de los hechos. El esquema policiaco ha contribuido, por lo tanto, a crear suspensión e intriga en una novela que se lee con interés y de un tirón. Pero también ha servido para poner en relación a diferentes sectores sociales de la ciudad e investigar en su pasado, con decisivas implicaciones en la guerra civil y el peso de aquellas experiencias en el asfixiado presente de la posguerra, atormentado por el miedo de unos y amenazado por la vigilancia de otros que pueden actuar sin rendir cuentas de sus abusos y errores. Con todo, ésta es la dimensión más superficial de la novela. Pues su significado profundo se enriquece con la confrontación entre literatura y vida a través de la tesis del protagonista y su experiencia en la realidad. Beltrán, imbuido de la espiritualidad del amor, estudia esta pasión en la poesía castellana del siglo XVI, atraído por el ideal del amor cortés y su transformación de la insatisfacción y el dolor en belleza poética. Pero cuando la pasión real inflama sus venas comprende que la vida puede más. De la ficción retórica "baja al reino de la tierra", con sus lodos y zozobras. Y así se establece un estremecedor contraste entre ambos planos, que, a su vez, se desarrolla en contrapunto con la investigación policiaca. He aquí el mérito principal de esta novela, bien escrita, aunque habrá que corregir la derivación errónea de "cotidianeidad" (pág. 69) y la impropia referencia a García Hortelano (pág. 142) entre los novelistas del Medio Siglo, pues Nuevas amistades, su primera novela publicada, ganó el Premio Bibioteca Breve en 1959.