Novela

El último secreto de Malraux

23 mayo, 1999 02:00

"El hombre no se hace hombre más que en la persecución de su parte más al-ta". Y en esa persecución André Malraux (1901-1976) empeñó su vida. Soldado de tres guerras, revolucionario antifascista y liberal, ministro de Cultura y
novelista, el autor de La esperanza fue un genio inaprensible, tan ambiguo como el siglo, tan misterioso y vulnerable. Sin embargo, no hay secreto que resista el tiempo y la nostalgia. Sophie de Vilmorin, sobrina de la escritora que fue su última amante conocida, acaba de desvelar en sus memorias, Aimer encore (Gallimard), cómo, tras la muerte de su tía, se convirtió en algo más que en la secretaria y acompañante de los últimos años del escritor. Esta es su historia.

Sophie de Vilmorin ha tardado más de veinte años en escribir sus memorias, veinte años en proclamar que lo suyo fue amor del bueno, y en admitir, como hizo la semana pasada en "Bouillon de culture", el programa de televisión de Bernard Pivot, que "aún le sigo amando... Mucho". Se refería al que había sido amante de su tía, Louise de Vilmorin. Al legendario André Malraux.
En realidad, todo comenzó en 1966. Malraux acababa de separarse de su segunda esposa, Madeleine, y se reencontró con un antiguo amor de los años treinta, Louise de Vilmorin, poeta y novelista. En ese momento, Vilmorin era una de las autoras más populares de Francia, capaz de inspirar a cineastas como Max Ophöls, que llevó a la pantalla su "Madame de...", o Louis Malle, con el que también colaboró. El mismísimo Jean Cocteau la había definido como "una suerte de prodigio, una mujer que inventa cosas ilustres, nuevas, frescas, cómicas, feroces, legendarias, ligeras hasta lo increíble". Tres años más tarde de su reencuentro, Malraux se instalaba en el castillo de los Vilmorin, en Verriéres-le Buisson.
El retrato de Louise de Vilmorin que traza en el libro su sobrina es deslumbrante. Aparece como una mujer extraordinaria, bella, inteligente, brillante, llena de fantasía, muy mundana y excelente escritora. Sophie evoca al detalle cómo Malraux había quedado seducido por el encanto de Louise desde que la conoció y cómo en la madurez de ambos se habían convertido en amantes. Formaban una pareja de una gran seducción, rodeada además del atractivo del poder.
Sin embargo, en sus memorias, Sophie no oculta tampoco algunos aspectos desagradables de la relación, como el carácter indómito y agresivo de su tía, o las frecuentes disputas entre los amantes. Sin embargo, cuando Louise murió repentinamente el 26 de diciembre de 1969, Malraux se sintió desamparado. Por si fuera poco, a esa pérdida se sumó la del hombre al que el escritor más admiraba: el general De Gaulle.

Conciencia de la grandeza
Y ahí estaba Sophie de Vilmorin, casada y separada de un alemán y madre de tres hijas. Dispuesta a consolar al desmoralizado Malraux, que le pidió que fuera su secretaria. Naturalmente, aceptó sin condiciones.
Ahora, en Aimer encore, Sophie recuerda cómo había admirado desde siempre en silencio al hombre al que llamaba "el Coloso", y cómo temblaba delante de él, ya que temía no estar a su altura. Hasta que un día, el autor de Antimemorias lanzó una frase que la reconfortó y le dio la confianza que necesitaba: "Hay que despertar en los hombres la conciencia de la grandeza que ignoran tener."
Los acontecimientos se precipitaron. Malraux se enamoró de Sophie y ella le correspondía, si bien el propio escritor le confirmó lo que ya sabía: "Desgraciadamente no puedo casarme con usted porque Madeleine no me da el divorcio". Treinta años menor que él, Sophie de Vilmorin lo admiraba, lo amaba profundamente y le ofreció, según desvela en sus memorias, todo lo que el escritor anhelaba: "paz, dulzura, discreción". Odile Baron Supervielle recordaba estos días en "La Nación" cómo, al ir a entrevistar a Malraux en esa época, conoció a Sophie de Vilmorin: "Al verla tan joven y bella -explica- me pregunté si no era algo más que la secretaria de Malraux. Esa pregunta, que por supuesto no formulé, quedó sin respuesta hasta ahora, hasta que he leído su libro".
Fueron años complejos, llenos de viajes, de compromisos. Sophie reconstruye con extraordinaria viveza el momento en el que Malraux se declaró partidario de la independencia de Bengala e interpeló a Nixon en una carta abierta publicada por "Le Figaro". Un año después, en 1972, era invitado a Washington por el presidente americano para que le asesorara sobre China, más concretamente, para que le ayudase a preparar su entrevista con Mao.
Aimer ... es un fresco de esos años convulsos, en los que ambos recorrieron Bangladesh, Nepal, India, Pakistán, Japón e incluso Haití. A pesar de todo, cuando volvieron a su castillo, llevaron una vida tranquila y nada mundana. Malraux almorzaba con sus amigos, recibía a sus admiradores, aconsejaba a los estudiantes que acudían casi en procesión, y veía a su hija Florence, casada con el cineasta Alain Resnais, por la que sentía predilección.
Finalmente, en noviembre de 1976, André Malraux enfermó. Primero fue una congestión pulmonar, que provocó que fuese internado en el hospital Henri-Mondor de Créteil, pero se recuperó y siguió escribiendo. Tuvo una recaída, y Sophie estuvo a su lado todo el tiempo. En el transcurso de una semana, Malraux luchó contra la muerte. Una de esas noches en vela, Sophie, que se había quedado a solas con André, le dijo: "Lo amo". En ese momento, sintió una leve presión de la mano de Malraux sobre la suya. El escritor falleció a la mañana siguiente, víctima de una embolia. Era el 23 de noviembre de 1976.

Reivindicación final
El mérito de este libro es dar a conocer los últimos años de Malraux. En general, se creía que estaba devorado por la droga y que su inteligencia declinaba. En cambio, el retrato que Sophie de Vilmorin traza del novelista es el de un hombre que seguía siendo uno de los grandes intelectos de Francia.
Ahora, Sophie explica las razones por las que tardó veinte años en escribir este libro y subraya que sólo lo ha hecho para defender su memoria. Asegura que cuando se trasladaron los restos de Malraux al Panteón de Hombres Ilustres, se escribieron muchas cosas erróneas sobre él. Y eso la impulsó a restablecer la verdad. Al menos, su verdad.

N. A.