Novela

Alboroto en el Guayabal

Kiran Desai

27 junio, 1999 02:00

Editorial Narrativa Emecé. 253 páginas, 1.800 pesetas

La firmeza estructural de la novela no permite que el gozo y la atención decaigan en ningún momento. Su frescura nos impele a querer saber más de ese mundo misterioso al cual pertenece Desai

Gozoso alboroto en la literatura con la llegada de la opera prima de esta jovencísima autora india, Kiran Desai (Chandigarh, 1971). La milenaria India es más conocida entre los europeos por su tradición espiritual que viene desde Sidartha Gautama -Buda-, pasando por las enseñanzas de Krishnamurti y degenerando en gurús y babas de todos los tamaños. Para muchos, la India es sólo el país de las vacas, de los yoguis y en lo más elevado, de la Madre Teresa de Calcuta. De allí llegó también Rabindranath Tagore, premio Nobel en 1913. La belleza y sencillez de sus poemas, fábulas y relatos cautivó al mundo; fue querido y respetado, a pesar de la pobre opinión que sobre él vertió Borges, quien lo definió como "una ficción, un invento indio".
La literatura está empezando a vestirse de mujer; mujeres que no pretenden escribir como los hombres para lograr su aceptación. La joven Desai se une a las fuertes voces de la mexicana ángeles Mastretta, la italiana Susanna Tamaro, la camerunesa Calitxe Beyala, la chilena Marcela Serrano, las españolas Carmen Rigalt y Lucía Etxebarría, la cubana Zoe Valdés..., todas más o menos contemporáneas, hijas del último cuarto de siglo del segundo milenio.
En las notas de crítica especializada que he leído acerca de Alboroto en el guayabal, ninguna, siendo todas muy elogiosas, se ocupa de lo que, a mi entender, es lo más importante en la simpática novela de Kiran Desai: narra, no nos aturde con tesis o postulados, sencillamente, narra con las riendas de la técnica narrativa bien sujetas a pesar de la juventud de sus manos. No nos inculca ninguna valoración, sólo nos conduce y permite que disfrutemos del relato a nuestras anchas. Cualidades que sobresalen en el libro son el finísimo sentido del humor, que no ridiculiza, sino que desvela, con matices irónicos, una realidad que conoce al dedillo y el control sobre los personajes, que se mueven con vida propia.
Aderezada con ingredientes de la actualidad, la novela tiene también ese sabor típico de las fábulas, porque, no muy en el fondo, Sampath, el protagonista del "alboroto" es, desde el día de su nacimiento, un personaje de fábula. Se trata de una de esas personas de aquí o de allá, a quienes les es muy difícil vivir al ritmo que marca la sociedad y siguiendo sus disparatadas pautas, sería en Estados Unidos, por ejemplo, un "políticamente incorrecto".
Obligado por las presiones paternas a trabajar en una oficina de correos, Sampath se dedica, ingenuamente, a leer la correspondencia que pasa por sus manos. Cuando le echan tiene tantos interrogan- tes existenciales que huye de su casa, encuentra un guayabal abandonado y en las ramas de un guayabo descubre la paz, el ideal de su existencia. Decide quedarse para siempre entre el oloroso follaje, pero, como dice el anónimo Yoruba, "Pájaro que rehuye morir de noche cae de mañana" y el pobre chico, en un dos por tres, se ve rodeado de todo lo que había querido abandonar. Todo se complica aún más en la existencia del muchacho porque, hambrientos de soluciones a sus problemas, lo toman por un Baba, maestro religioso, y él empieza a usar los secretos encontrados en las cartas que leyó en su antiguo oficio en correos.
La firmeza estructural de la novela no permite que el gozo y la atención decaigan en ningún momento. Su frescura nos impele a querer saber más de ese mundo misterioso al cual pertenece por entero Kiran Desai, quien no se perjudica porque su educación transcurra en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos. Su novela es un puente entre dos mundos que se conocen y se ignoran a la vez y, como todo puente, la invitación es a cruzarlo en ambos sentidos.