Cortados, solos y con (mala) leche
Carmen Rico-Godoy
27 junio, 1999 02:00Cortados, solos y con (mala) leche. Cualquiera que esté acostumbrado a sufrir el mal trago de un desayuno, ya sea en su casa o a la vera de una jornada en colectividad, puede llegar a comandarse al pairo de la guerrilla sentimental de esta novela, en la que la autora despliega todas sus armas, entre la munición del símbolo y la explosión del ingenio. Entre el fácil mal trato y la más complicada automortificación. Machacar al género masculino no requiere excesivas facultades, sabiendo sobre todo que tiene una recompensa comercial. Tal como provocar el regodeo en la vergöenza. Rico Godoy, por el contrario, tiene ese pequeño don privilegiado y exquisito de saber romper cojones a la vez que hacer un sabroso revuelto con ovarios.
Su relato, salpicado de testimonios de protagonistas que se entremezclan, con todas sus contradicciones, vericuetos de la honradez y falsas disculpas para espíritus amargos, es un fresco en el que todos los tópicos se retratan como ingredientes de una operación cómica, agria y con gozos que nadie sabe por dónde cogerlos.
Un taxista bruto y una mujer vulgar que no aguanta la naturaleza asquerosa de su marido. Una señorita fina que, a su pesar, descubre que le va la marcha guarra... Y, mejor no seguir, porque digamos, ejem, que entramos en un círculo de personajes tan presentables como poco recomendables. Aunque estén a merced de unos síntomas que a veces nos puedan parecer tan lejanos como al alcance de todas nuestras torceduras de voluntad. Ahí mismo, a la vuelta de la esquina. Cortados y, qué paréntesis, con mala leche.