Novela

Hijas de la noche en llamas

Irene Gracía

4 julio, 1999 02:00

Planeta. Barcelona, 1999 230 páginas, 2.400 pesetas

Y a en su primera novela -Fiebre para siempre, merecedora del Premio Ojo Crítico en 1994-, singular y nada convencional, sorprendió Irene Gracia (Madrid, 1956) por la fibra poética de un estilo capaz de seducir a los más exigentes lectores. Ya en ella se inclinó del lado de realidades maltrechas, y ya entonces despuntaron sus excepcionales modales narrativos a la hora de desenvolverse entre los pliegues de vidas maltrechas. Por eso lo de esta nueva historia no nos pilla desprevenidos, pero sí nos permite constatar un segundo acierto indiscutible y nos obliga a reafirmar su esencial sentido literario para la composición de un relato como éste: Hijas de la noche en llamas.
Extraño y cautivador como pocos, como sólo aquellos que saben pelear la difícil conjugación de trama y trascendencia, mito y realidad, creación y originalidad. Difícil de resumir por la cantidad de motivos en torno a los que gravita; motivos que se ofrecen como un delirio de confidencias entrecortadas, de imágenes concentradas en frases aglutinadoras de sentidos envolventes. Que hablan de enemigos esenciales, del silencio y de las palabras que lo niegan, de la vida y la muerte, del amor y el odio, del deseo y su negación, del viaje de cada uno hacia sí mismo, de un combate hacia dentro para rescatar la imagen capaz de aniquilar el "yo" que todos ven.
Y así se ofrecen, sin orden aparente, como un diálogo entrecruzado y sin lógica, íntimo y enigmático, entre tres hermanas mar-
cadas por el "hombre que se atrevió a amarlas". Como la conciencia de cada una, jugando a confundirnos desde una imprecisa zona sombría, a envolvernos con lo que dicen y lo que callan, con lo que fueron, lo que son y lo que parecen, vaciándose ante nosotros para invitarnos a recomponer la memoria de un suceso que araña en la crueldad de lo real y justifica tanta rabia poética. Que comenzó una tarde de agosto y las condujo, de repente, a un último verano.

P. C.