Novela

Cada vez que decimos adiós

Carlos Pujol

4 julio, 1999 02:00

Seix Barral. Barcelona, 1999. 192 páginas, 1.800 pesetas

Además de la parodia, la ironía y el humor, solidarios del planteamiento lúdico, hay que destacar el alto mérito literario de su ductilidad estilística

E ntre tanto figurón iletrado que confunde el mundillo literario de nuestros días, Carlos Pujol (Barcelona, 1936) se distingue por ser uno de los más relevantes casos singulares por su condición de hombre de letras, en el sentido más completo del término, que genera cultura interviniendo en el sistema literario y en todas las fases del proceso creativo, desde sus asesorías editoriales y sus traducciones de clásicos ingleses y franceses hasta su propia creación literaria como ensayista (con varios estudios dedicados a autores extranjeros y españoles), poeta (su último libro, Retrato de París, se ha publicado este mismo año) y novelista que ya sobrepasa la media docena de títulos, pasando por sus trabajos como profesor de literatura y como crítico literario. El título de su última novela, Cada vez que decimos adiós, está tomado de una canción de Cole Porter: "Ev’ry time we say goodbye", palabras que vuelven a repetirse en la última frase del libro. Y en su historia de enredo y suspensión de la intriga no es difícil descubrir el homenaje -con imitación y parodia- a dos modelos tan celebrados de la novela policiaca y en el cine de suspense como son A. Christie y A. Hitchcock. Porque, además, ambos aparecen explícitamente convocados en la novela de Pujol: ella, como "señora que inventaba los crímenes más divertidos"; y él, como "el genio del cine inglés".
Con una trama construida a partir de estos dos modelos citados, el autor ha sabido urdir una novela de intriga cuya lectura divierte hasta en la lista final de sus "dramatis personae" y cuyo significado se completa, en un plano más profundo, con ingredientes del relato del aprendizaje por ocuparse del acceso de un joven a la experiencia en un ambiente en que él es considerado como un extraño. La historia novelada es muy sencilla: en una ciudad de Escocia un profesor español allí residente asiste de modo imprevisto al hallazgo de un cadáver y a su sorpendente desaparición, lo cual volverá a repetirse más adelante en las mismas dependencias de la policía que investiga aquella muerte. A caballo entre la pensión donde Billy-Guillermo vive, con una variopinta fauna de huéspedes, y el colegio donde da sus clases, el joven profesor, que es el narrador y protagonista de la novela, va quedando envuelto en una red de relaciones más o menos misteriosas, pero sacadas de la vida cotidiana, que lo convierten en el principal sospechoso de aquellos sucesos que nadie ha podido desvelar. Porque, en realidad, no era necesario. Sólo se trata de un juego de simulaciones en donde, por intervención del azar, se suceden situaciones absurdas o disparatadas. Hasta que al final, como en los mejores ejemplos del género, se esclarecen los hechos, en este caso con no poco de parodia de dichos modelos y buenas dosis de ironía y humor. Lo cual se enriquece con significativos guiños al lector cómplice en múltiples situaciones de suspense y misterio, en abundantes juegos con el doble sentido de muchas frases e incluso en alguna irónica aplicación de frases lapidarias. Y así, bajo la apariencia de una agradable y entretenida comedia de enredo, se compone un texto concebido como pastiche y con voluntad de divertimento en el cual, sin embargo, no faltan las disputas nacidas de los diferentes comportamientos ante la religión, la monarquía y la revolución.
Además de la parodia, la ironía y el humor, solidarios del planteamiento lúdico de la novela, junto con el perspectivismo introducido por la identidad del narrador y protagonista en su condición de único español en aquella ciudad escocesa, hay que destacar el alto mérito literario de su ductilidad estilística, tanto en la versatilidad de sus digresiones, pausas descriptivas y resúmenes narrativos como en la agilidad y fluidez de sus diálogos, siempre acordes con su combinación de intriga y juego de enredo. Hasta el punto de que podría decirse que, en una novela de intriga donde al final toda la investigación sólo trataba de comprobar sospechas de dentro de la policía, es el estilo, por su imitación paródica de modelos, lo que mantiene el interés del texto.