Novela

Las hijas de Hanna

Marianne Fredricksson

18 julio, 1999 02:00

Traduc. J. Pardo de Santayana. Emecé. 428 pág, 2.500 pesetas

Las similitudes y distancias en la eterna batalla de la reafirmación del género femenino, expuestas en la novela que ya sexagenaria escribe Marianne Fredricksson desde la perspectiva sueca de la vida -¿alguien duda que ser "sueco" es una actitud ante la vida?- son buenas razones, entre otras, para justificar el éxito obtenido, habiéndose publicado ya en veintisiete países.
Anna, sin que sepamos bien por qué, tiene roto el hilo de su existir y necesita del pasado para comprender su presente, tentación en la que caemos con frecuencia sin darnos cuenta del peligro que encierra, pues el presente es el presente; pasado y futuro dependen enteramente de él. Ante el cuerpo moribundo de su madre, Johanna, Anna, ya madura, se pregunta quién es esa mujer, su progenitora, todo un misterio para ella, y, a partir de una visita a su anciano padre, y el descubrimiento de que la foto de la abuela (Hanna) ha sido descolgada de su sitio habitual, empieza, escritora como es, a bucear en los orígenes de su familia.
La novela no ofrece grandes sorpresas estructurales, dividida en cinco segmentos -tres de los cuales los ocupa Anna y su tormentosa actualidad-, Introducción, Intermedio y Conclusiones, Hanna y Johanna tienen capítulos independientes y al final se mezclan las tres generaciones de mujeres con sus silencios, sus rencores y sus gratitudes; zonas alfa en las delicadas relaciones entre hembras, aunque pertenezcan a una misma camada.
Leyendo a mujeres que escriben de mujeres notamos que lo menos importante es lo anecdótico en sí mismo. La trama no es más que un pretexto, una justificación para buscar un punto de entendimiento. Las hijas de Hanna, a pesar de sus irregularidades, impresiona al poseer una gran dosis de este inteligente afán de entendernos, de explicarnos y mostrarnos ante los demás desvelando zonas no tan oscuras como se cree, sino sencillamemnte ocultas por la costumbre de bajar la cabeza y acudir a subterfugios, léase "recursos femeninos", durante centurias.