Novela

Santitos

Amparo Escandón

18 julio, 1999 02:00

Plaza & Janés. Barcelona, 1999 224 páginas

L a vida de Esperanza Díaz está marcada por la fatalidad. Bella al más puro estilo romántico: cabello negro, liso y abundante; dentadura blanquísima, labios carnosos... Alborota a los hombres al verla pasar taconeando por las empedradas calles de su Tlacotalpan natal, donde se casó muy enamorada y donde su marido murió en un accidente de tráfico, dejándole una hija de cuatro meses, Blanca, y una amiga de viudez, Soledad, quien también perdió a su marido en el mismo accidente. Esperanza y Soledad van paliando sus desgracias, dedicadas a la crianza de Blanquita hasta que, al cumplir doce años, la niña muere en extrañas circunstancias. Aquí comienza la novela.
Es la primera entrega de la chicana María Amparo Escandón, un paseo por el abigarrado santoral de la fe mexicana, una lección de conocimiento de los complejos integrantes del panteón religioso popular. Santos milagreros y milagrosos que, encabezados por san Judas Tadeo, aparecen en la mugre de grasa del horno de Esperanza, diciendole que su hija no está muerta y ordenándole buscarla. La fe a prueba de bala hace a la muchacha pasar por todos los lupanares, desde Tijuana hasta Los ángeles, sin que su inocencia y su pureza, rayanas en lo estulto, se vean mancilladas ni siquiera al ejercer la prostitución. Una historia refrescante, con ráfagas humorísticas, que peca por momentos de excesiva, pero que divierte por lo complejo del entramado religioso, tan ecléctico como el país de origen de la autora y de la protagonista.
La letra de Escandón puede encontrar su sitio en el ya perfilado hacer de las mujeres hispanas en la Estados Unidos; hasta ahora la chilena Elena Castedo, la chicana Sandra Cisneros y la boricua Esmeralda Fernández llevan la "voz cantante", minando desde dentro el mito de la impenetrabilidad en la escasa cultura norteamericana, donde el término "cultura" aparece reflejado en destellos más que en brillo permanente.