Novela

Los crímenes del acordeón

E. Annie Proulx

31 octubre, 1999 02:00

Traducción de María Luisa Balseiro. Tusquets. Barcelona, 1999. 436 páginas, 3.000 pesetas

The Shipping News (Atando cabos), de la norteamericana E. Annie Proulx, fue una de las mejores novelas de 1993. Con anterioridad había escrito un volumen de relatos, Heart Songs and Other Stories (1988, Canciones del corazón) y una novela, Postcards (1992, Postales). Los premios recibidos por Atando cabos, primero el Faulkner en 1993 y el National Book Award de ese mismo año y en 1994 el Pulitzer, no suponían sino el justo reconocimiento a una novela que llegó a apasionar de igual forma a eruditos literarios, a la crítica y a anónimos lectores ajenos a cualquier disquisición formalista.

Su última novela, Los crímenes del acordeón (Accordion Crimes, 1996), ya a la venta en nuestras librerías, parte de una singular y original concepción argumental: las peripecias de un pequeño acordeón verde desde que un siciliano lo construye en Italia en 1890 hasta que un camión lo aplasta en Florida en 1996. En este periplo el acordeón pasará de mano en mano, unas veces se roba, otras se vende o regala y también se pierde y es encontrado por quien será su nuevo propietario. Su constructor siciliano viajó a "La Merica" con su hijo Silvano de once años cegado por el sueño americano. La desgracia se ceba con él y morirá de un tiro linchado por la turba en las calles de Nueva Orleans. ésta es la primera historia de la obra y como ella encontraremos siete más, cortadas por el mismo patrón: unos protagonistas pertenecientes a una minoría étnica (negros, irlandeses, franco-canadienses, mexicanos, alemanes... incluso vascos que tocan el chistu) que en un momento determinado son dueños del acordeón y mueren de forma violenta (Abelardo Relampago muere por el mordisco de una serpiente, Dolor Gagnon se corta accidentalmente la cabeza con una sierra...). En cada capítulo, que puede ser leído de forma independiente del resto dado que el único nexo entre todos ellos es la presencia del acordeón, se nos narra la vida del protagonista y su familia, cómo llegaron a los EE. UU., cuáles eran sus sueños y también su destino cuando el acordeón desapareció de sus vidas.

La estructura recuerda a aquella de El nadador de John Cheever, en que el protagonista acudía a su casa nadando en todas las piscinas de sus convecinos y cada apartado se centraba en la vida de la familia en cuestión. También se enmarca Los crímenes... en la tradición del Anderson de Winesburg, Ohio o del Steinbeck de Las praderas del cielo. Incluso podemos apreciar ciertos casuales ecos de Sherman Alexie y su Blues de la reserva. Pero poco más, aparte de conocer mil y un tediosos detalles sobre los acordeones, es lo que nos ofrece esta última entrega de Proulx. Ninguno de sus personajes se aproxima ni remotamente a aquel Loyal Blood de Postales y muchísimo menos al inolvidable Quoyle de Atando cabos. Todos ellos resultan excesivamente estereotipados (los negros bullangueros, los mexicanos vagos, los alemanes trabajadores...) y parece que la autora hubiera aprendido muy bien la teoría, la información histórica es abrumadora, pero desconociera la práctica. En ocasiones el pequeño acordeón verde parece ser una metáfora de los EE. UU., pero son tales las inconsistencias de esta aproximación que tal vez sea mejor desecharla. Lo mismo que la que pudiera inducirnos a entender la obra dentro de una línea naturalista por el determinismo que acompaña al acordeón.

Hasta ahora cada nueva entrega de Proulx superaba a la anterior. Un registro imposible de mantener. Tan solo nos queda esperar que no tarde en publicar una nueva novela... eso sí, con la esperanza de que recupere anteriores cotas de calidad.