Novela

Paso a dos

Ramón Pernas

7 noviembre, 1999 01:00

Premio Ateneo de Sevilla. Algaida, 1999. 306 páginas, 2.700 pesetas

Ramón Pernas suma un nuevo episodio al milenario censo de títulos acerca de la guerra civil en Paso a dos con el ánimo de extraer consecuencias de validez intemporal. Ello no quiere decir que ignore la dimensión ideológica del conflicto. Al revés, la primera parte de su historia se detiene en el enfrentamiento de dos concepciones del mundo, una progresista y tolerante, y otra autoritaria e intransigente. Se trata de un "Preludio" que da las claves de la anécdota desarrollada a continuación. Un capitán de la Armada, leal a la República, masón y liberal, fue "paseado" por un grupo de falangistas. Lo ejecutó un muchacho de muy humilde extracción, Ricardo, a quien el marino había casi prohijado.

El cadáver del militar desapareció, pero dejó una huella indeleble en los afectados por el crimen, sobre todo en su asesino y en un hijo del difunto, Alfonso. Ambos, amigos en la niñez, siguieron trayectorias marcadas por el peso del crimen, factor trágico que impulsa sus respectivas biografías en sentidos contrarios. El sanguinario Ricardo ha recorrido los pasos de la degradación humana y ha acentuado el rencor hasta la enajenación. El hijo ha triunfado fuera de su patria como bailarín y coreógrafo y ha conseguido dar con sus espectáculos un sentido universal al drama español. 50 años después del asesinato, los antiguos amigos vuelven a coincidir: el pueblecito gallego de Vilaponte homenajea al capitán y el criminal dispara otra vez, malhiriendo a Alfonso.

Dos motivos, pues, se alternan en el relato: la persistencia del odio y el afán de justicia. Ambos asuntos se presentan como derivaciones de la guerra de traumatizantes efectos en el conjunto de nuestra historia reciente y no con carácter abstracto. Cada uno de ellos refuerza una meta común: proclamar la sinrazón de la causa originaria y mostrar el precio en forma de culpa y de dolor que se ha cobrado. Así, Pernas lleva el conflicto político, y sin que quepa en él ambigöedad o condescendencia con los comportamientos del pasado, al terreno de las pasiones humanas.

Dicha intención se desarrolla en una trama muy calculada de configuración musical, según anuncia el propio título. Al mencionado Preludio siguen dos Movimientos, más una Coda y un Finale. Todas las partes se narran en primera persona: por este orden, hablan Pablo, su asesino y el hijo. La Coda funciona como resumen de actitudes dando entrada a la voz hasta ese momento silenciosa de la hija, seguida del discurso del asesino y de Alfonso. El Finale brevísimo, auténtica despedida, cierra el drama con el sentimiento de dolor y olvido en boca del hijo. Algún paralelismo (sobre todo un anillo con los símbolos masones) funciona además como "leitmotiv" que acentúa esa disposición musical.

Hay que subrayar que esta estructura calculada y eficaz revela un cuidado constructivo muy meritorio. No tan acertada resulta, en cambio, la elección del monólogo. Por un lado, no hay suficientes matices verbales que diferencien a los personajes. Por otro, y admitida la artificiosidad de la literatura, no se entiende desde dónde o cuándo habla el asesinado. ¿Cómo puede relatar su peripecia en un presente simultáneo de los sucesos? Podría aceptarse como una licencia lícita, pero, en cualquier caso, su parlamento no es convincente.

Estas reservas rebajan el interés inicial del relato. Pero se recupera en expresividad y hondura según avanza, y se carga de valores emocionales, al tiempo que las voces de los personajes dejan de despertar desconfianza artística (que no ética). Los sucesos alcanzan momentos de vibrante intensidad. Ello se debe al noble impulso que lleva a Pernas a escribir a la vez como un homenaje a la rectitud moral y como un acto de confianza en el futuro. Bien claro lo dice en la significativa dedicatoria del libro que parafraseo: a quienes vivieron aquellos días y para que no se vuelvan a vivir más días como aquéllos. Lo más notable de la novela es cómo el autor proyecta el trauma vivido por los personajes hasta la ambición de una tragedia y cómo, coherentemente, su finalidad no discrepa de la meta de ese modelo clásico, propiciar una purificación.