Novela

El mal de la piedra

Francisco Merino

9 enero, 2000 01:00

Algaida. Sevilla, 1999. 270 páginas, 2.700 pesetas

A menudo se subraya que una buena historia es lo primero que precisa el novelista para abordar la escritura de una novela. Una buena y sugerente historia tenía Francisco Merino Morales (Madrid, 1963) cuando se sentó a escribir El mal de la piedra, su primera novela después de algunos escarceos con los relatos breves. Sugerente y ambiciosa: la construcción de la basílica de San Pedro de Roma vertebra la trama argumental, en torno a la cual se tejen las muchas intrigas que aliñan la novela, engarzadas a sus muchos personajes. No faltan -no debían, no podían faltar- linajes tan dados a las intrigas, y tan explotados en literatura como los Borgia o los Médici, que en este caso son meras comparsas de la acción principal.

El protagonista -nada evidente, por cierto- es Gianni, un artista en ciernes que ve cómo la ambición, el afán de poder y notoriedad a menudo retuercen los caminos del arte. En cierto modo, la experiencia que adquiere este personaje a lo largo de la historia la convierte en una novela de aprendizaje. "Hay una muerte peor que esa de la que habláis, y es el olvido. […] Sólo existimos en la mente de los demás", son palabras que, en boca de Donato Bramante, sirven para resumir el aprendizaje al que llega Gianni al final de la historia. Pero también es una novela histórica de gran ambición -un poco emparentada con Memorial del convento, de Saramago, eso sí- no sólo por la anécdota, también por la textura de los personajes y hasta por la atmósfera. Aunque si de algo peca Merino es de cierta negligencia a la hora de trazar personajes convincentes, que esquiven los esquemas y resulten naturales en los diálogos. Y, por último, tampoco es descabellado evocar a la picaresca en vista de las peripecias de Gianni. Seguramente las buenas novelas sean muchas cosas a un tiempo. Tesis, recreación, homenaje, y reflexión. De todo eso hay en El mal de la piedra.